La geopolítica hoy es un verdadero escenario global, mayor incluso que el que vivimos durante la guerra fría, cuando el mundo giraba en torno a dos bloques con epicentro en Europa. Ahora Europa es sólo una zona periférica de ese nuevo mapa de la política internacional. Y la tendencia no parece que vaya a cambiar en los decenios por venir.
Las dos grandes potencias que se disputan el poder mundial son China y los EE.UU. Además de ellos una serie de potencias mayores juegan un papel relevante. Una, por su poderío nuclear, es Rusia, la otra, por su poderío económico, es Alemania. Francia y Gran Bretaña mantienen un peso relativo, pero muy alejado de las primeras y de las segundas, y algunos países emergentes como Brasil e India enmarcados en el grupo BRICS, tienen aún que conquistar su futuro. Hoy por hoy su peso internacional no es relevante en el juego de fuerzas.
Las alianzas que se están dibujando tienen muy en cuenta el papel del comercio internacional como punta de lanza de sus respectivos proyectos, y el apoyo sólido de fuerzas armadas gigantescas y poder de destrucción inimaginable.
China y EE.UU. capitanean las alianzas comerciales en disputa. Los primeros están impulsando lo que se ha denominado la nueva ruta de la seda, que consiste en unir China con la UE atravesando el Cáucaso, Rusia y Oriente Medio por ferrocarril, y por vía marítima, pretenden bordear el continente asiático, la península arábiga y adentrarse en el Mediterráneo. Esta nueva ruta de la seda unificaría a la gran mayoría de la población mundial, englobaría las zonas más ricas en recursos energéticos, y sería la espina dorsal de un gigantesco comercio mundial, que deja a los EE.UU, como zona periférica, alejado de la misma por las barreras oceánicas (atlántico y pacífico).
Los EE.UU negocian con la UE y con los países asiáticos acuerdos comerciales transatlánticos. Con los segundos el denominado Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP) y con la UE el TIPP. Ambos están orientados a la expansión del comercio a través de los dos océanos, en donde los EE.UU son el pivote central. En los dos acuerdos China queda marginada. Esta sería la ruta de la seda norteamericana, y convertiría a los océanos en autopistas de comunicación, junto con los respectivos espacios aéreos.
En los dos escenarios el papel de la UE es secundario, y sobre todo el papel de los países europeos va de mayor a menor, siendo Alemania y otros pequeños países del norte, seguida de Francia y Gran Bretaña los mayores, y los países periféricos latinos y orientales los menores. La UE sin política exterior común y con pocas perspectivas de lograrla a medio plazo no puede hacer valer su peso económico, y esto es lo que explica la fractura europea en el nuevo escenario que se dibuja. Para tener política internacional propia y de peso la UE tendría que aumentar mucho su presupuesto destinado a los artilugios militares, y aún así tendrían que pasar unos cuantos años para ponerse a la altura de los grandes, manteniendo un gasto militar alto y sostenido en el tiempo. No parece que la opinión pública europea pueda ser convencida con facilidad para ello. Los únicos tres ejércitos de peso real en el mundo son el de Rusia, el de China y sobre todo el de los EE.UU, que incluye a la OTAN. Es descartable que pueda haber una OTAN de obediencia europea, básicamente porque la OTAN es una fracción del Usarmy. El intento europeo de desarrollar su propio ejército fue la UEO, experiencia que quedó disuelta en junio de 2011.
El pulso habido estas últimas semanas en el mar de China Meridional en torno a las islas artificiales Spratly, en las que al parecer China construye puertos y aeropuertos, inquietó a los aliados norteamericanos de la zona, y estos enviaron un buque de guerra para advertir a los chinos de que la zona está en disputa y no piensan dejar de navegar por ella por considerarla aguas internacionales, hecho que enfureció al gobierno chino, que manifestó que los norteamericanos estaban entrando en aguas de soberanía China y “EE UU (se lo debe pensar) dos veces antes de actuar” así. De momento, en este caso y en otros habidos anteriormente, las escaramuzas no pasan de esas advertencias por ambas partes.
En el plano financiero la creación China del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras se ha convertido en un poderoso atractivo para que fluyan capitales de Europa y de los países asiáticos, con prontitud. Los Británicos son socios fundadores y tras ellos han llegado franceses y alemanes. El BAII es un paso muy importante para consolidar un área de libre comercio en Asia, bajo hegemonía china y en detrimento de la influencia USA. Ya tiene una capacidad de inversión enorme, siendo con la banca central china los principales inversores en la zona, por encima incluso del Banco Mundial, institución ésta de obediencia norteamericana.
El mundo está siendo un verdadero tablero de juego en manos de las potencias, los continentes de menor peso como son África y America Latina, también se contemplan como territorio de disputa de los dos grandes. Mientras las rivalidades se diriman en el terreno comercial nos libramos de la guerra, pero ¡ojo! el terreno comercial potencia mucho el neoliberalismo y éste, a su vez, es un modelo de depredación gigantesca de recursos en todo el planeta, y responsable principal de los desafíos climáticos a los que se enfrenta la humanidad. El 30 de noviembre comienza en París una nueva cumbre sobre el clima. Los años pasan y las soluciones no llegan. Los expertos avisan de que nos encaminamos a una situación de inestabilidades atmosféricas de consecuencias impredecibles. Aún así creo que ya podemos afirmar que después de la cumbre todo seguirá igual, o peor, hasta la próxima cumbre. ¡Ojalá no!