La etnia y la nación

El debate sobre el hecho nacional suele estar cargado de prejuicios, tópicos y, en general, de confusiones motivadas porque la propia teoría de las ciencias sociales en este tema se mezcla habitualmente con las posiciones políticas, y es por eso que nos vemos abocados a confundir términos, conceptos, categorías y tiempos históricos. También, y no es de menor importancia, por el hecho de la gran variedad de teorías sociales que hacen enfoques distintos sobre el hecho nacional y el étnico. 

Las naciones (no confundir con los estados) son artefactos relativamente modernos. Es variable para cada nación particular, pero en general no son más antiguas de mitad del siglo XIX. Francia o España, por tomar dos ejemplos, se conformaron entre el último tercio del XIX y las primeras décadas del XX. La mayoría de los relatos acerca de su constitución milenaria o de siglos son inventos de las historias nacionalistas de los estados. Los símbolos identitarios de estas naciones, himnos, banderas, fechas conmemorativas, relatos de exaltación nacionalista nacieron en el momento finisecular, cuando no posteriormente, como en el caso del 12 de octubre, fiesta nacional de España, que se instauró en 1918, o el himno de España, Marcha Real de los borbones, armonizado en 1908, durante el reinado de Alfonso XIII, el cual se dispuso por el monarca que fuera interpretado por todas las bandas militares. Aunque tenemos que esperar a 1942, ya en pleno fascismo, para que el decreto de 17 de julio lo declarara como himno nacional.

En Francia, en los años comprendidos entre 1875 y 1906, en un porcentaje muy alto de los departamentos administrativos no se usaba el francés como lengua mayoritaria. Según algunos historiadores especializados en la historia de ese país, fue en la III República (1870-1940), de forma particular entre 1870 y 1914, cuando se puede considerar a Francia como una nación. Hasta entonces, lo que convencionalmente entendemos por francés (nacionalidad) es sólo aplicable a los ciudadanos de clases medias de las ciudades y del gran París. El mundo rural, que es mayoritario, se desenvolvía con imaginarios de otro orden, y "lo francés” le resultaba extraño.

Por su lado, la etnia tiene un recorrido temporal mayor. Una etnia es una comunidad cultural, nada que ver con la raza que como todos sabemos no existe. La raza fue y es solo un invento del racismo. Pero la etnia identifica a los miembros de una comunidad cultural que comparten elementos identitarios, reconocidos como tales por cualquier observador exterior, sin que resulte necesario que los miembros de la propia comunidad sean consciente de esos elementos definitorios. 

Puede haber distintos elementos y no son excluyentes ni exclusivos. Por ejemplo, los que definen a la etnia canaria serían la geografía insular y archipielágica, y derivado de ella la relación con el espacio físico, además de la historia, cultura, psicología, (como demostró hace ya unas cuantas décadas Manuel Aleman con Psicología del hombre canario), el habla, la geopolítica, la composición mestiza de la comunidad, reconocerse como diferentes ante los otros (los peninsulares o no isleños en general). 

La etnia no tiene necesidad de constituirse en nación, si sus miembros no lo creen oportuno o no se lo han planteado por razones de diversa consideración. Pero la etnia sí tiene el potencial de poder convertirse en nación en cualquier momento. ¿Y qué elemento haría posible esa transformación? El deseo de darle proyección política a su identidad étnica. Convertirse en nación traería aparejado la construcción de aparatos de estado y/o un cierto nivel de autonomía federal o confederal, y el ejercicio de la soberanía o la cosoberanía en la gestión de los elementos estratégicos, que inciden de forma profunda en la articulación política de la comunidad. 

Por otro lado, la etnia puede sólo manifestarse como una realidad objetiva, diferenciada culturalmente, pero sin querencia por ser nación. Puede vivir bajo un estado centralista y autoritario, reprimida y ninguneada como ocurrió durante la dictadura y el largo periodo del colonialismo antiguo, durante el cual generaciones consecutivas de canarios tuvieron que emigrar hacia América, o acoplarse sin problema a una autonomía concedida y modelada por un estado que descentraliza sus nacionalidades y regiones, como ocurrió tras 1978 en España, y vivir en esa nueva situación de “colonia moderna”, sin contradicciones con el marco jurídico-político.


Aunque de manera prematura las teorías modernistas, incluido el marxismo, tendieron a dar por superado, anticipadamente, los fenómenos asociados a las identidades nacionales, nada ha resultado tan poderoso y con tanto arrastre de masas como el nacionalismo. Las identidades étnicas y las nacionales no deben interpretarse como el resultado de esfuerzos voluntariosos de determinados grupos humanos, sino deben ser leídas como formas complejas de organización de tales grupos. Están aquí para quedarse por largo tiempo. Lo que hay que hacer es gestionarlas democráticamente .

El nacionalismo de izquierdas e Iniciativa por La Orotava 1996-2018

Quiero agradecer a los compañeros de IPO haberme invitado a presentar este trabajo, de indudable interés para la historia política del nacionalismo de izquierda en las islas. En Canarias no tenemos mucha costumbre de escribir textos de esta naturaleza, que además de su interés intrínseco, es también una forma de hacer historia local, comarcal o insular. Este tipo de historia, junto con otras que aborden de manera más general las historias locales y comarcarles son muy necesarias para poder construir la nación. Por ello es doblemente satisfactorio que estos esfuerzos de síntesis del pasado vean la luz. Sería conveniente que otros también hagan lo propio, incluidas las derechas, para poder luego hacer síntesis globales que nos ayuden a explicarnos cómo somos.

Dice un estudioso del nacionalismo que se llama Walker Connor, que hasta el momento en que las naciones no cobran conciencia de su naturaleza nacional, son hasta entonces etnias. Grupos humanos claramente diferenciados y que comparten historia, espacios, y hasta genealogías comunes. Pero para poder ser nación hay que abordar la política. Asumir la diferencia étnica como diferencia nacional. Para dar ese paso es necesario relatar el pasado desde lo local hacia lo general. Historia políticas, culturales, sociales o económicas, o todas juntas que nos ayuden a tener un relato compartido acerca del pasado y el presente.

Max Weber era de la misma opinión que Connor, o más bien al revés, porque Weber fue primero. Escribió en Economía y Sociedad: “Llamamos grupos étnicos a aquellos grupos humanos que abrigan una creencia subjetiva en su linaje común...la existencia de una relación consanguínea objetiva carece de importancia”. Esa construcción imaginaria, que no se puede hacer sin la historia, es la clave para que el grupo étnico de el salto a su constitución de nacional. Para que exista ese grupo étnico es indiferente la conciencia que se tenga de sí mismo. Cualquiera que viene de fuera la ve enseguida, pero para constituirse en grupo nacional la conciencia del sí, es fundamental. En palabras de Connor “el grupo étnico puede ser definido desde fuera, la nación debe ser definida por sus propios miembros”.

En esa secuencia estamos instalados desde hace 40 años. La irrupción nacionalista de los setenta ayudó a dar un gran salto en la toma de conciencia nacional, pero la demolición de las organizaciones nacional populares, (UPC-ICAN) como principales referentes, abortó el despegue definitivo, y tras 30 años o más de gobierno autónomo con plenas competencias en educación, la parálisis y la falta de interés en producir un sistema curricular que facilitase la toma de conciencia nacional, ha actuado como un freno enorme a las posibilidades de desarrollo de dicha conciencia. De tal modo que seguimos estando más próximos al grupo étnico que a la comunidad nacional.

Frente a ese atraso institucional este tipo de trabajos viene a cumplir una función esencial, que es la de acercarnos, en este caso, a la historia y el activismo de un grupo político local, y a través de él nos acercamos a la historia social y política del municipio. Si se alentase este tipo de elaboraciones escritas y pensadas sobre lo qué hemos sido y cómo hemos sido, seguro que tendríamos un pueblo con mucha mayor cultura política del que tenemos ahora. Compartir relatos elaborados, asumiendo también las criticas que lluevan es parte necesaria e inevitable de la toma de conciencia nacional. Miremos cuánto dinero y dedicación profesional han destinado los vascos y los catalanes en este asunto, y veamos el resultado que han obtenido.

Las naciones son artefactos relativamente jóvenes en la historia, en general proceden todas de finales del siglo XIX, incluso las que piensas que son inmemoriales, tal como la francesa, o la española, que no termina de construir su discurso nacionalistas hasta la llegada del franquismo. Los canarios, emigrados en las Américas también comenzaron la construcción de la nación a finales del XIX, aunque no haya dejado de interrumpirse su desarrollo desde entonces. Nuestra condición colonial y pobre, porque hemos sido una colonia pobre, fueron dificultades añadidas. Sin burguesía nacional, sin clase obrera desarrollada, solo pequeños núcleos de la inteligencia, escritores y periodistas afrontaron el reto, con escasas fuerzas, y con un pueblo muy mayoritariamente analfabeto. Era misión imposible. Un pueblo con mucha identidad étnica y poca nacional. Eso nos diferenciaba de Cuba y Puerto Rico, nos quedamos atrapados en el nacional-catolicismo de la España decadente de principios del siglo XX.

La autonomía debía haber puesto remedio al asunto, pero tristemente no lo ha hecho. Nos queda construir nuestra historia desde abajo, con materiales como este libro que presentamos hoy. Estos trabajos de la memoria de colectivos, e incluso las memorias individuales, son fuentes necesarias para construir la historia, por eso hay que seguir animando a grupos similares o a personas comprometidas, para que se pongan en la tarea de elaborar esos materiales.

Las identidades nacionales están construidas de sentimientos, además de los elementos objetivos y materiales que rodean al mundo de la nación. Pero los sentimientos juegan un papel fundamental en la construcción del imaginario nacionalista. Y la izquierda nacionalista no ha sabido jugar con ese elemento, si exceptuamos, quizá, el discurso independentista de Cubillo y la elaboración del relato acerca de lo guanche. CC que venía de la tradición de las agrupaciones independientes de Canarias, sí ha sabido jugar con ese elemento, aunque rebajándolo de contenido hasta su desnaturalización. Usando los sentimientos para hacer romerías y nada más. Desde finales de los setenta Manuel Alemán nos dio claves importantes en su trabajo Psicología del Hombre Canario, y creo que demasiado pronto nos olvidamos de lo que allí se decía. Una interpretación muy influenciada por el marxismo, nos aportó elementos de análisis necesario pero nos distrajo de otros, en su afán de convertir la razón en la sacrosanta forma de pensar el mundo, dejando de lado los aspectos subjetivos y psicológicos. Hay que volver a ellos. Porque la nación se siente y no sólo se explica. Escribió Manuel Alemán que hay algunos factores que neblinan la identidad nacional, y entre ellos destacó: “La interpretación falseada de nuestra historia, el peso de las culturas impuestas, la domesticación de las ideologías, y la infravaloración del modo de ser canario”. Y nos advirtió que “la conciencia canaria no es una mera comprensión racional de lo canario” sino que aquella “impregna las instancias de la emoción, moviliza las zonas del sentimiento”. Sin sentimiento de canariedad no existe la identidad canaria, nos dijo. Hay que trabajar ese terreno, hay que trabajar esto sin caer en el folclorismo de volver al pastor y a la entrevista de los viejos, reduciendo todo al mundo de lo rural, cuando hace ya medio siglo que Canarias es un mundo urbano. Fanon escribió en Los condenados de la tierra que: “La cultura nacional no es el folklore donde un populismo abstracto ha creído descubrir la verdad del pueblo. No es esa masa sedimentada de gestos puros, es decir, cada vez menos atribuibles a la realidad presente del pueblo” sino que: “La cultura nacional es el conjunto de esfuerzos hechos por un pueblo en el plano del pensamiento para describir, justificar y cantar la acción a través de la cual el pueblo se ha constituido y mantenido”. La cultura nacional debe servir para organizar al pueblo y caminar hacia delante, hacia la liberación, no puede ser la celebración de los valores del tradicionalismo y la recreación en bucle permanente de lo que fue el pueblo en el pasado, sin atender a lo que es en el presente.

Pero ahora centrémonos en lo que hemos venido hacer esta noche aquí, que es hablar de las líneas maestras del libro que presentamos.

La fundación de Iniciativa por La Orotava a mitad de la década de los años 90 tuvo una doble significación. Por un lado, era el intento de rescatar los restos del naufragio ICAN. La dirección de ICAN había entregado su militancia, recursos e historia a la derecha en Tenerife, y representó el segundo gran batacazo después de la Unión del Pueblo Canario, en el intento de crear una organización nacionalista de izquierda en el Archipiélago. Aquella sucia jugada de los jefes de ICAN volvió a dejar huérfano ese espacio político. Por otra parte, la aparición de IPO sirvió como asidero para la esperanza, no solo de la gente de La Orotava y del valle, sino del conjunto de la isla. La Orotava se convirtió así en el centro de la referencia soberanista, ecologista y democrática en un momento en que el auge de CC hacía presagiar un difícil y duro camino para organizar algo a nivel global, que fuese una alternativa consecuentemente nacionalista para el conjunto del país. En la década de la impostura IPO logró mantener el tipo.

La Orotava se convirtió en un laboratorio para experimentar nuevas formas de hacer política. Como queda recogido y perfectamente explicado en el libro, la tradición de la que bebe Iniciativa por la Orotava se enmarcaba en la corriente política del nacionalismo de izquierdas. La militancia de IPO no era nueva cuando fundaron la organización, sino que ya tenían acumulado un amplio trabajo político y sindical. Por ello nunca estuvieron entrampados en el complejo de Adán, como sí le pasó en aquel momento a los miembros de LVC, y en décadas posteriores a la gente que se acercó a la política con la ola de Podemos. 

Ese bagaje histórico de la militancia de la izquierda nacionalista en La Orotava, les hacía ser firmes partidarios de la búsqueda de espacios de unidad de la izquierda a nivel municipal. En general, la trayectoria de IPO está jalonada de intentos consecutivos en la apuesta por la confluencia, algunos exitosos y otros no, para enfrentar la hegemonía de ATI en el municipio, y en la isla. Otros grupos deberán hacer este esfuerzo de explicación de su historia, para poder poner en perspectiva, con la voz de todos, cómo han sido las cosas en este terreno de la unidad lograda o frustrada. Ese intento generoso, excesivamente desde mi punto de vista, lo pagaron caro cuando a comienzos de la década del siglo XXI tuvieron que lidiar con una marca en boga, que entonces representaban Los Verdes de Canarias, los cuales no tenían militancia, ni estudio serio de la realidad Canaria, y un bagaje de tradición y de trabajo político igual a cero, con la excepción de uno o dos miembros de ese partido, pero que, sin embargo, representaban una tendencia política que en sí misma era capaz de arrastrar un bloque importante de votantes, para construir y ensanchar la base del municipalismo asambleario y de izquierda. Pero claro, no estaba ni está escrito cómo lidiar con una marca en la arena de la política. Una marca dirigida por dos o tres personajes rarísimos, con comportamientos políticos completamente individualistas, y desnortados (¡aquí en el norte!), que creían que sólo con la posesión del nombre Verdes era suficiente para dar el salto a la política de verdad. La generosidad de IPO dando entrada a personas de Los Verdes para ocupar puestos de salida en las elecciones municipales de 2003, se volvió contra IPO con la pelotera posterior que montaron los “amigos verdes” y que podrán leer con detalle en esta obra. 

Creo que es una lección para el presente y para el futuro, el hecho de que no siempre se puede ser excesivamente generoso, sobre todo cuando la contraparte no aporta más que un eslogan, o a lo sumo una corriente de pensamiento difusa e inorgánica. También puede ser un error cuando en aras de la unidad se descuida la letra pequeña de los contratos, porque las grandes ideas nos confunden y pueden no dejarnos ver que en el mundo de la izquierda existen muchos trepas y vividores, a los que erróneamente no les hemos prestado en ocasiones la suficiente atención.

Sería tentador transpolar el ejemplo a Podemos, aunque me parece que hay algunas diferencias importantes, de las que brevemente destaco el hecho de que Podemos surge de un impulso inusitado en grande medios de comunicación de masa, fundamentalmente televisiones privadas, y sin las cuales hubiese sido imposible entender el nacimiento y consolidación de dicha marca en tan breve espacio de tiempo. Por otra parte, el hecho de que esa organización naciese en Madrid, y que nuestra opinión pública esté completamente colonizada por los grandes medios de comunicación que emiten desde la capital, favoreció su pronta recepción en las islas. Nosotros tenemos una tendencia fácil para reproducir e imitar los discursos emitidos desde el centro, a consecuencia de nuestra tara colonial. Esos dos hechos invalidan hacer una comparación mimética, aunque en muchos municipios sigue siendo cierto a día de hoy, que hay que lidiar con el problema de cómo afrontar negociaciones con una marca que no tiene sustancia, trabajo de base. El libro que estamos presentando hoy aquí plantea algunos de los problemas con los que se enfrentó la política de la izquierda nacionalista en Canarias. 

Fue un acierto de los que escribieron este trabajo haber introducido los cuadros estadísticos, sobre los resultados electores por barrios, para podernos hacer una idea de cómo es la relación de fuerzas en el municipio y cómo se distribuye. Esto pone más en valor el trabajo de las gentes de IPO, por lo difícil que lo tuvieron para abrir brecha en lugares de atraso cultural y político, sometido al caciquismo tradicional del norte de la isla. Ese trabajo encomiable que se hace pateando los barrios y el pueblo, que es duro y muchas veces desagradecido, y que las marcas snob por supuesto nunca hacen, pero que una organización que quiere construir el país, que tiene un discurso y una práctica nacionalista, debe acometer, para comprender como piensa nuestra comunidad nacional, y para caminar con todas, como debió decir el subcomandante Marcos en alguna ocasión, al que cito brevemente ahora, (porque el EZLN sólo nació dos años antes que IPO, y su influjo nos afectó a todos en esos años) , porque también aquí, en La Orotava, las gentes de IPO, metafóricamente, levantaron la guerra “que nos dio el privilegio de llegar a oídos y corazones atentos y generosos en geografías cercanas y alejadas…(y) conseguimos entonces la mirada del otro, su oído, su corazón”. Eso solo podía ser el resultado de caminar hacia lo profundo del pueblo, para arrebatarle desde ahí la hegemonía a la derecha insularista, luego transmutada en “nacionalista”-insularista. En esa andamos aún. ¡La oligarquía chicharrera tiene mucho rejo!

El programa de IPO recogía lo fundamental del programa de la izquierda nacionalista de los años anteriores, no podía ser de otra forma, porque IPO nacía de ese mundo y estaba empeñado en mantenerlo, ahora en peores condiciones, casi de soledad en esta Isla, y por eso es de agradecerle ese esfuerzo de cruzar el desierto para mantener las ideas y las prácticas a salvo del torrente neoliberal, y falsamente cosmopolita que hemos tenido que soportar hasta hoy. Digo ese fue, y sigue siendo, el programa de la izquierda ecologista y soberanista de las islas. Es un programa que todavía requiere ser desarrollado en la práctica de gobierno, si queremos construir el espacio insular como un lugar amable para el conjunto de la ciudadanía. El programa de IPO recogía ya entonces la lucha contra la corrupción, la defensa de los de abajo, la soberanía y su desarrollo en todos los niveles de la vida, y el ecologismo político, el cual incluía lógicamente la defensa del patrimonio histórico y natural. Por eso se explica que IPO estuviese interesada, y comprometida algunas veces, cuando el tiempo y las condiciones lo permitían, en la construcción de una organización de ámbito canario, como ocurrió con el nacimiento de APC, hecho que le granjeó quebraderos de cabeza con los verdes, tan ni de derechas ni de izquierda ni de aquí ni de allá, que al final desaparecieron de manera natural, absorbidos por una ecología política que no supieron leer. O también su relación amable y complementaria con Sí se puede, organización que había surgido del ciclo de luchas medioambientales de comienzos del siglo XXI.

En el plano internacional mantuvo coherencia con los principios ideológicos que animaban el internacionalismo históricos en nuestro país, y así estuvo en primera línea la defensa de la autodeterminación para el Sáhara Occidental, el apoyo a la lucha del pueblo palestino, y en tantas otras en donde los pueblos del mundo luchaban contra el imperialismo y el neocolonialismo.

IPO además de ser un agente destacado en la política municipal fue y es una organización que ha participado en el desarrollo de los movimientos sociales habidos en el valle y en la isla. En las movidas ecologistas de la década pasada y contra las destrozos al patrimonio producidos por la orgía urbanística para los que fue creada CC, como correa de transmisión de esos intereses.

No voy a nombrar la cantidad de luchas y propuestas llevadas por IPO, ya tienen el libro para hacer un seguimiento, pero sí reseñar que todas ellas están comprometidas con los ejes centrales de su programa, que hoy sigue siendo pertinente para construir la nación que queremos. Un lugar en el que podamos decidir sobre las cuestiones fundamentales que atañen a nuestras vidas.

No quiero terminar sin felicitar a las personas que han estado comprometidas con este proyecto durante tanto tiempo, que ha crecido más allá de la simple organización política, para insertarse en lo social y cultural, y muestra de ello es este espacio de La Casa, lugar de encuentro de tantas ideas y proyectos, que ha transcendido a la propia IPO.


Muchas gracias.

Lawfare y la alteración de la democracia en Brasil y España

Lawfare es un término relativamente nuevo compuesto por la unión de dos palabras inglesas, law y warfare (ley y guerra) y de eso trata. La lawfare fue definida en términos de estrategia militar en 1999, con el fin de ganar una guerra con métodos no convencionales, haciendo de la ley el principal campo de batalla. En 2001, el general norteamericano y profesor de derecho Charles Dunlap, la renovó para adaptarla como herramienta de acción política injerencista, principalmente en Latinoamérica. Consiste en hacer un uso abusivo e indebido de las leyes para obtener ganancias políticas o militares. Enmarcada en las historias de la intrusión norteamericana en América del sur, puede ser también entendida como una acción imperialista que no necesita intervención militar. En la acepción de Dunlap se le añade una ofensiva mediática como elemento complementario de la operación.

La combinación de la guerra mediática y la guerra jurídica se ha convertido en la principal apuesta de las derechas en Latinoamérica y en España. En el caso brasileño, por ejemplo, el uso de la judicatura contra los gobiernos del PT ha resultado esencial para volver a darle el poder político a la derecha. Las maniobras del poder judicial han sido ampliamente publicitadas con la ofensiva mediática y la posverdad, para demoler los apoyos de la presidencia Dilma/Lula. En el caso español, en especial en lo referido al conflicto en Cataluña, los grandes medios de comunicación no nos sirven información seria y profesional, sino que usan su enorme influencia para hacer periodismo de guerra, y ya se sabe que en la guerra la primera víctima es la verdad. El uso indebido del poder de los medios masivos de información convierte el debate en democracia en papel mojado.

La estrategia con los medios masivos, en manos de la oligarquía o de los grandes grupos financieros, se ha complementado con el uso partidista del poder judicial. En este poder, en el que no tienen que dar cuentas democráticas, se han consolidado de siempre las clases dominantes. El poder judicial es una verdadera trinchera de los sectores reaccionarios, cuya legitimidad no deriva de la voluntad popular, sino de estrategias corporativas y designaciones políticas no neutrales y contaminadas. En las democracias instauradas en los años años ochenta del siglo pasado (Brasil, España y otras), en los poderes judiciales, se emboscaron elementos procedentes de las dictaduras, a los que se sumó personal nuevo de perfil ideológico conservador o ultraconservador.

Las instancias judiciales y sus órganos de gobierno en estos países han servido para corregir un “exceso” de democracia. En el caso brasileño ayudó a terminar con las políticas expansivas y redistribuidas de los gobiernos nacionalistas y de izquierda de la década pasada. En el caso español se ha usado para restringir la libertad de expresión en los órdenes de la moral y la política. Los sectores extremistas de la iglesia, muy vinculados con la derecha española, recobran un protagonismo que no tenían desde los momentos finales del franquismo. En el plano político, el uso combinado de la guerra mediática/judicial logra su verdadera plenitud con el asunto de Cataluña. El atrincheramiento en la judicatura de elementos de dudosa filiación democrática, hace posible un uso disparatado del código penal español. Además, vemos cómo se aplica un doble rasero permanente en las decisiones judiciales.


Tomando prestadas algunas ideas señaladas por Emir Sader, complementadas con algunas propias, resumo llawfare de la siguiente manera: 1- Manipula el sistema legal con fines políticos. 2- Hace un uso abusivo del derecho para lastimar la reputación del adversario, promocionando acciones judiciales con el objeto de desacreditar socialmente al encausado. 3- Promueve un uso coactivo del derecho, que ya no trata de regular el conflicto sino de ser él mismo ejecutor de decisiones políticas. 4- Promociona masivamente su acción, merced a la connivencia de los grandes medios de comunicación en la ejecución de su estrategia. 5- Bloquea y acota el derecho de defensa de los encausados, aplicando decisiones restrictivas de los códigos y normativas que rigen los procesos.

¿Por qué los canarios reniegan de su parte indígena?

Es una conducta bastante común que los canarios/as renieguen de su lado indígena, no así de los demás componentes étnicos que conforman su identidad de grupo. Tanto estudiantes universitarios, incluidos los del grado de Historia, como el pueblo mismo, sea de la clase social que sea, cuando la ocasión se presenta en tertulia amigable o en foros de otra índole, suelen repetir la consabida idea de que los guanches fueron exterminados durante la conquista militar de las islas. Hablo aquí de guanches como genérico al conjunto de los habitantes precoloniales. Lo guanche se reduce al terreno del mito.

No sé a ciencia cierta cuándo esa idea pasó a ser parte constitutiva del sentido común de los canarios. Es verdad que a este respecto, como en otros, el sistema educativo en Canarias hace agua por todos lados, y que buena parte de responsabilidad en la construcción de ese imaginario se debe al poco interés demostrado por las autoridades educativas para buscarle solución. Tras 35 años de competencias plenas, podemos decir que el fracaso es absoluto.

Viajeros y estudiosos de nuestro pasado, sin embargo, siempre han defendido la idea contraria. La población canaria en la edad contemporánea procede de manera mayoritaria de sus abuelos precoloniales, como gusta decir al profesor Pablo Quintana. Para el etnógrafo Juan Bethencourt Afonso el porcentaje rondaba el 90% (para Tenerife) en el momento de constituirse la nueva sociedad en el siglo XVI. En estudios más recientes, el catedrático de historia económica, Antonio Macías, habla del 40%. Entre esos dos investigadores otros muchos remarcan similares ideas, sin dar concreciones porcentuales. A falta de un estudio de demografía histórica que nunca se ha llevado a cabo, mantengamos esas horquillas.

George Glas en su Descripción de las Islas Canarias de 1764 escribió: “Aunque los habitantes de estas islas se consideran españoles, provienen de una mezcla de los antiguos habitantes, los normandos y otros europeos que los sometieron, y de algunos moros cautivos”. Y en otro pasaje remarca: “Las grandes familias de estas islas se sentirían altamente ofendidas si alguien les dijera que son descendientes de los moros, o incluso de los antiguos habitantes de estas islas; sin embargo, imagino que no sería cosa difícil probar que la mayor parte de sus amables costumbres les han sido transmitidas por aquellas gentes”.

El antropólogo francés René Verneau, estudioso destacado de los pueblos del norte de África, escribió en 1891: “Los habitantes (de Tenerife) se parecen mucho, desde todos los puntos de vista, a sus vecinos de Gran Canaria. Sin embargo, el tipo guanche se observa con más frecuencia”. En otra parte de su estudio anota: En el “pueblo de San Juan de la Rambla (…) no nos hallamos en presencia de descendientes de los conquistadores. Son realmente guanches, a los que se han venido a mezclar algunos españoles”. En su periplo por los pueblos del Archipiélago podemos leer consideraciones del mismo estilo.

Medio siglo antes, hacia el decenio de 1840, Sabino Berthelot, en su trabajo Etnografía y Anales de la Conquista de Canarias, dio origen a los trabajos de antropología física en los que dejó sentado la continuidad entre los habitantes precoloniales y los del siglo XIX.

Hacia 1901 el historiador, geógrafo y militar Rafael Torres Campos, en el discurso presentado para ser miembro de la Real Academia de la Historia, que lleva por título Carácter de la conquista y colonización de las Islas Canarias, defendió parecidas posiciones. Argumentaba que ello ponía de manifiesto la naturaleza integradora que tuvo la conquista, que fue capaz de incorporar a los indígenas canarios en el seno de la nueva sociedad colonial, como demuestran las concesiones de datas a las familias aborígenes. Dice Torres Campos que “de los hechos de armas que hacen los historiadores, se deduce que de las guerras de conquista no perdieron las Islas una vigésima parte de su población”, y toma como dato demográfico la cifra de 100.000 habitantes que había dado Fray Bartolomé de las Casas en su libro Historia de las indias, publicada en 1520.

Para Torres Campos la razón de que se haya ocultado la evidencia guanchinesca tiene que ver con “el deseo de los indígenas canarios de ser tenidos como españoles”. Idea bastante pertinente si tenemos en cuenta que la diferencia material entre las dos culturas es tan favorable al mundo europeo con respecto al canario, que más allá de algunos intentos heroicos de resistencias llevadas a cabo por los alzados en los primeros decenios del siglo XVI, el grueso de la población, tras la derrota militar, no tuvo otra alternativa que aceptar el dominio de los europeos en la nueva sociedad colonial, lo que implicó también la pérdida de su lengua y la toma de los nombres y apellidos de los conquistadores que les ejercían de padrinos de bautismo. Quizá esperaban así salir de una sociedad de la carencia, para entrar en una que les garantizase los sustentos mínimos de manera más regular y segura. Tras la conquista, Canarias se instaló en el atraso de las sociedades periféricas del capitalismo, y ahí estuvo unos cuantos siglos. Pero el salto cualitativo había sido evidente.

Con esta integración durante la colonización primigenia de la que nos habla Torres, se terminó logrando la permanencia de la identidad étnica. “Como los rasgos físicos de los actuales canarios, la perpetuación de las antiguas costumbres, de los utensilios y de los procedimientos de las industrias domésticas y agrícolas de los indígenas, muestra que el pueblo primitivo está vivo”. Todo ello, “acusa claramente que no son descendientes de los conquistadores, aunque ellos lo pretendan”. El desconocimiento del pasado en estas islas lleva a la paradoja, junto con las razones anteriores, según Torres, de que haya “podido pensarse que dejó escasa huella la población primitiva, y se ha dado lugar al peregrino caso de que guanches ó mestizos contemporáneos sostengan la completa exterminación de la raza cuya noble sangre circula por sus venas”.

El antropólogo y profesor de la Universidad de La Laguna, Manuel Lorenzo Perera, en su conocido libro La tradición oral en Canarias, apuntaba en el decenio de los ochenta del siglo pasado otra razón para explicar la desmemoria sobre nuestro lado amazigh, y era la insuficiente atención de los estudios sobre la sociedad campesina llevados a cabo hasta entonces. Se perdía así el “filón de investigación etnohistórico (…) y (…) las fuentes orales”. Un cuarto de siglo después de la advertencia de Lorenzo Perera, algunos trabajos comienzan a paliar tal déficit (Joaquín Carreras, 2004; Fernando Sabaté, 2012). En todos los pueblos del sur la etnohistoria es una disciplina central para la explicación del pasado, y aquí está por desarrollarse convenientemente.

El colonialismo produce que al colonizado sólo le quede la “alternativa de la asimilación”, según nos recordaba Albert Memmi en su libro El retrato del colonizado, en el que nos enseña que “el colonizado parece condenado a perder progresivamente la memoria”. Idea que hemos de complementar con la manifestada por Frantz Fanon en Los condenados de la tierra, cuando analizando el impacto que el colonialismo francés había generado en la mente de los argelinos, dijo que la situación colonial genera en la mente del colonizado el deseo de “instalarse en el lugar del colono (…) sustituir al colono”. 

¿Es ese nuestro diagnóstico?


Coalición Canaria y la ley de residencia

Tras la manifestación del 20 de abril y de que la ciudadanía movilizada pusiera en la agenda el problema del límite de Canarias, las organiz...