Durante el primer mandato de Trump, Israel y Marruecos firmaron compromisos estratégicos mutuos muy relevantes. A cambio de que Israel reconociese la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, Marruecos reconoció a Israel y se convirtió en defensor de sus posiciones contra los palestinos. Los acuerdos se han ido ampliando a nuevas áreas y han posicionado a Israel dentro de Marruecos como un país muy importante.
Estos acuerdos entrañan desafíos de nueva magnitud para España y, sobre todo, para Canarias. La avanzada tecnología israelí en el campo militar y de espionaje cibernético propulsan a Marruecos con relación a España a un nuevo nivel.
En el terreno militar, Marruecos ha adquirido los drones Heron TP y Harcop, que pueden alcanzar hasta los 1.000 km y ser controlados desde satélites. Marruecos le compró a Israel el satélite de inteligencia Ofek-13. Todo el espacio aéreo, marítimo y terrestre de Canarias, virtualmente, quedó bajo observación y vigilancia marroquí.
La nueva tecnología que Israel le proporciona a Marruecos alcanza también el terreno de los servicios de inteligencia, la ciberseguridad, la formación militar y la transferencia de nuevas tecnologías. Marruecos da un salto significativo en su competencia militar con sus vecinos, tanto argelinos como españoles. Además, los acuerdos auspiciados por Trump entre estos dos países acercan más estrechamente a Marruecos con EE.UU., quedando relegada España a un papel de segundo orden con relación al interés geoestratégico de los EE.UU. en el norte de África y, en su proyección, hacia Oriente Medio.
Canarias queda bajo vigilancia de satélites operados por Marruecos y su aliado Israel, que en caso de crisis pueden servir para que Marruecos tome medidas avanzadas de guerra híbrida contra las islas, consistentes en producir interferencias en las vías de navegación aérea y marítima, así como sabotajes de estructuras sensibles en las plantas de generación de energía y en las telecomunicaciones para promover mensajes alarmantes destinados a impactar en la psicología de las masas. Son nuevas fuentes de presión y amenaza a las que habría que sumar las “clásicas” de los flujos migratorios, el tráfico de drogas y el terrorismo islamista.
Esto podría tener enormes consecuencias negativas para un sector tan sensible a los vaivenes internacionales como es el del turismo, afectando a la espina dorsal de la economía del país (canario), con las subsecuentes secuelas económicas y sociales que acarrearía.
¿Y qué razones puede haber para que un escenario de crisis de esa naturaleza se active? Están los históricos, vinculados a las exigencias territoriales marroquíes, en primer lugar, la ocupación total y definitiva del Sáhara Occidental; en segundo lugar, la reclamación posterior de los enclaves de Ceuta y Melilla; en tercer lugar, la disputa por las aguas territoriales con Canarias. Al incorporar el territorio del Sáhara bajo el control de Rabat, todas las aguas territoriales del Sáhara pasan a ser reclamadas y administradas por Marruecos, lo que afecta a las islas de manera notable.
La zona económica exclusiva de Canarias, sus aguas territoriales, quedaría sometida a tensiones producto de las demandas marroquíes. No pensemos ya en la pesca, en la que Marruecos, de hecho, tiene su control, gracias a los sucesivos acuerdos pesqueros que España ha firmado con Rabat desde finales de los años setenta, sino en la búsqueda de nuevas fuentes de energía o minerales estratégicos sumergidos. En el primero de los casos vivimos una crisis por el asunto de las prospecciones durante el primer quinquenio de este siglo. En el segundo caso, tenemos la disputa por el Monte Tropic, que al parecer es una reserva importante de litio, cobalto y telurio, minerales claves para las industrias militares y de alta tecnología.
Lo sustancial de toda esta información (muy resumida) está alojada en la IA, así que no hay más ciego que el que no quiere ver.