La tradición comunista entre la abnegación y el sectarismo

Las andanzas del comunismo contemporáneo, desde Marx hasta nuestros días, está repleta de ejemplos que pueden responder al enunciado del título de este artículo. Dejemos de lado las primeras desavenencias entre comunistas y anarquista durante la primera internacional, y veamos algunos hitos fundamentales de la historia del comunismo que quiero resaltar aquí.


Tras el inicio de la primera guerra mundial en 1914, el divorcio en la familia socialdemócrata trajo como consecuencia las escisiones en el seno de los partidos socialistas de entonces, de los cuales surgieron los partidos comunistas, reforzados tras la revolución bolchevique de 1917 y la creación de la internacional comunista en 1919.

 

Más o menos en todos los países de Europa las secuencias del proceso fueron relativamente similares, aunque fuertemente condicionadas por las respectivas historias nacionales.

 

En el caso español, la experiencia del partido comunista se vio alterada de manera significativa por la guerra civil y la posterior dictadura fascista, de modo que el partido tuvo que desenvolverse en la clandestinidad más estricta durante cuarenta años, alterándose de ese modo el normal funcionamiento del partido, y convirtiendo buena parte de su experiencia en una labor durísima y arriesgada en la que su militancia se jugaba la vida por el solo hecho de participar de la experiencia partidaria. La abnegación mostrada por los comunistas no tuvo parangón en ninguna otra organización política, civil o religiosa. Lo que dieron sus militantes fue el resultado de su convencimiento en la búsqueda de un mundo mejor y justo para el conjunto de la humanidad.

 

Pero su abnegación no iba sola. Estaba acompañada de un comportamiento sectario que ya era una marca indeleble desde el primer periodo leninista. Lenin vendría a ser, de este modo, el primer gran sectario de la familia, ahora ya propiamente comunista. Su herencia se transmitió de forma automática a sus seguidores de distintas inspiraciones leninistas. Las tres principales tradiciones del leninismo, es decir, el estalinismo, trosquismo y maoísmo y, posteriormente, sus respectivas tradiciones, fueron y son agrupaciones políticas, por encima de todo, sectarias.

 

En España, durante los años previos a la muerte del dictador, los comunistas comenzaron a retomar la práctica del sectarismo de una forma desaforada, como queriendo redimirse de su olvido tras tres décadas de dictadura atroz, y así se comenzó en una espiral de escisiones y fraccionamientos que terminaron por llevar al PCE al borde de su extinción en 1982. De hecho, de manera práctica, el partido terminó desapareciendo del mapa electoral, antes incluso de la caída del bloque oriental. Y su deseo de hacer una plataforma más amplia en la que cupiesen todos los comunistas, los comunistas disidentes y otros amigos, no fue posible de manera prolongada, porque los que afluyeron a aquella coalición estaban inoculados con la pócima del sectarismo y prontamente comenzaron a escindirse de nuevo.

 

Hoy los comunistas no tienen necesidad de ser abnegados. Las condiciones de la democracia permiten que el compromiso político no conlleve un peligro mortal. Pero el sectarismo, sin embargo, sigue siendo una seña de identidad indeleble de la tradición comunista, aunque hoy casi nadie use ese apelativo como nombre.

 

Esta razón es la que ayuda a explicar las dificultades persistentes que las izquierdas tienen para lograr acuerdos estables y permanentes. Cada uno piensa que su verdad es la “Verdad”, por no entrar a valorar cuestiones más mundanas que también forman parte de la política, como las prebendas y los puestos, que siempre están presentes en las cosas del poder. Pero, en ese caso, la prerrogativa no solo es comunista, porque en todas las tendencias partidarias a izquierda y derecha se manifiestan de forma permanente las luchas internas por el poder. Lo que es absolutamente lógico y el sentido primario de la política.

 

Cuando ahora vemos, echándonos las manos a la cabeza, el fraccionamiento de las izquierdas para las elecciones que vienen, solo estamos siendo testigos una vez más de cómo la izquierda comunista y sus herederos mantienen con plena vigencia su tradición sectaria, influyendo de paso en las tendencias que se les aproximan, las cuales por una misteriosa razón repiten fielmente esa práctica histórica, sin ser ellos ya partícipes de ninguna tradición de abnegación.

 

El compromiso con el sectarismo está por encima de cualquier otro. Lo importante no es obtener representación, no digamos ya ganar, esto último sería inadmisible. Ante la remota opción de ganar se haría urgente un fraccionamiento acelerado e irreversible. Lo transcendental es mantener la posición de la fracción al coste que sea.

 

Los que hemos estado al tanto de la política en estas últimas décadas, bien estudiándola o bien participado de ella, hemos sido testigos de cosas sorprendentes. Casi que podríamos decir que “real maravillosas” en los términos de Alejo Carpentier, o de “realismo mágico” en los de García Márquez o Salman Rushdie. Vimos una subida y bajada de los cielos a la velocidad de la luz. Asistimos entusiasmados y, posteriormente, hipnotizados por la posibilidad de adentrarnos en los secretos del estado y derrumbar el orden construido en 1978. Fuimos testigos de que ser la primera fuerza en expectativa de votos era una amenaza insoportable de la que se debía huir a toda prisa. Los cuerpos comunistas no podían tolerar en ninguna circunstancia que eso tuviese lugar, ni siquiera remotamente, y se activó de manera urgente la práctica sectaria, ahora con una energía y un afán que recuerda al de los primeros años setenta.

 

La tarea aún no ha concluido del todo. En este último periodo en el que, ya reducidos considerablemente, los herederos del comunismo afrontan nuevos episodios de sectarismo, deben, sin embargo, dejar un resquicio a la vida para que en la siguiente ocasión que se presente volver a poner en práctica el sectarismo.

 

 

 

 

Los jueces salvapatrias

Por lo general, la carrera judicial es un coto restringido para el poder de clase. No son muchos los miembros que llegan a las altas magistr...