¿Por qué somos africanos y no pasa nada por serlo?

El gran historiador de la ilustración Viera y Clavijo comenzó su obra diciendo: “estas islas pertenecen al África”. Lo cual ni siquiera era necesario que lo escribiese don José, porque incluso en el siglo XVIII la cosa estaba muy clara para cualquiera que mirase el mapa.


Ser africano se puede tomar con la total naturalidad de saberse como tal y asumirlo, o vivirlo como un error de la geografía y de la historia y no querer reconocerlo, lo que te lleva a estar toda la vida negando esa parte de ti. Tener que negarte constantemente como africano, solo es explicable porque tienes una cultura y una mentalidad racista de tal magnitud que, en el supuesto de reconocerte como tal, terminarías odiándote a ti mismo. Es más fácil negar la evidencia y vivir en la alienación. Al fin y al cabo forma parte de la condición moderna vivir alienado.


África no es un país, sino un continente inmenso lleno de países diversos. No es reducible a los estereotipos de nuestra mirada racista. África está llena de millones de negros y de millones de blancos. Entre los blancos hay rubios, contra los que seguro que no hay nada que objetar. También está llena de feos y de guapos. Hay un montón de gente pobre y otro montón de gente rica. Muchos juegan al tenis, al paddle, al futbol o al baloncesto. Otros muchos nadan en piscinas y practican el golf. Hay millones de supersticiosos musulmanes, animistas y cristianos. Otra cantidad considerable son ateos. Como en todas las partes del mundo, comunistas debe de haber menos en estos tiempos, pero liberales y posmodernos hay a porrillo. La inmensa mayoría de los africanos viven en el continente, pero hay unos buenos millones que vivimos en islas. En África hay una buena cantidad de islas, unas son pequeñas y otras son enormes. Y las playas inmensas están por todos lados, en nuestra islas también hay. En África hay varios millones de africanos que hablan español. Somos pocos en términos comparativos, pero al menos en Guinea Ecuatorial y el Sahara Occidental junto con Canarias, Ceuta y Melilla alcanzamos más o menos los cuatro millones.


A millones de africanos les gusta la música clásica, el jazz, el rock, hip hop, el reggae y todos los ritmos que podamos imaginar, y tienen compositores y grupos muy buenos de todos esos estilos. En África existe una riquísima literatura de calidad, escrita normalmente en las lenguas coloniales, pero no por ello menos africana. Y también una filosofía de gran nivel, así como una historiografía digna de las mejores. Maravillosos artistas plásticos exponen su obra en cotizadas galerías del mundo. A millones de africanos les gustan sus tradiciones, pero a otros millones no les interesan, y denostan el machismo, el patriarcado y los rituales de las sociedades tradicionales. Muchas mujeres africanas son feministas, y no dejan de empujar por ampliar y consolidar los derechos propios de la modernidad, entre los que se encuentra la igualdad entre los géneros. Por supuesto, que muchos millones de ellos odian la corrupción, sí, también hay corrupción en África, y luchan contra gobiernos opresores y corruptos, y los que no pueden hacerlo tratan de escapar, como hicieron decenas de miles de canarios en los años 40 y 50 del siglo pasado, que también huyeron en oleadas migratorias hacia Venezuela para librarse de la corrupción y el gobierno opresor de entonces.


Millones de africanos han perdido la esperanza que las independencias prometían. El neocolonialismo y la colonialidad frustraron los sueños que las generaciones precedentes trataron de poner en pie, y por la que muchos millones perdieron la vida. Las corporaciones europeas y norteamericanas en alianza con los déspotas en muchos países africanos, convierten en un infierno la vida de muchos de ellos. El asalto a los recursos naturales que luego se exportan hacia el norte del mundo, sumerge a África en el atraso y la dependencia. Y en Canarias estamos mejor, porque aunque seamos una sociedad dependiente con la mitad de la población en la precariedad laboral y económica, el paraguas de la UE nos mantiene en unos niveles de contradicciones soportables. Pero eso no significa que por ello dejemos de ser africanos. Nuestro futuro, todo nuestro potencial verdadero, solo se disparará cuando de verdad dejemos de estar asustados de ser africanos, y potenciemos al máximo las oportunidades que eso nos puede brindar. En el mundo poscolonial no hay que ser un estado independiente para hacerlo. El continente y casi todas sus islas se libraron del colonialismo en el siglo XX pero no de la colonialidad. La lucha política hoy está ahí. La primera batalla que deben librar los canarios contra la colonialidad es reconocerse como africanos.


José Díaz de Villegas, general africanista, geógrafo y director general de Marruecos y Colonias entre 1944 y 1968, se refería a Ifni como “una isla más de aquel archipiélago varada en pleno continente”. Y en un documento de la Alta Comisaría de España en Marruecos, otro organismo colonial, se decía  en 1946: “La relación histórica, ininterrumpida y constante, mantenida con esos Territorios por el Archipiélago canario, sus afinidades raciales, su analogía geológica y la identidad de su clima, son fundamentos suficientes para poder establecer que [...] las Canarias y la costa vecina del continente africano constituyen otra unidad geopolítica”. Un franquismo desacomplejado y consolidado en aquel entonces nos puso en nuestro sitio.

A estas alturas hay que recordar que las relaciones de Canarias con el Sáhara Occidental se vieron truncadas con el inicio de la guerra de liberación de los saharauis, tras la entrega que España hizo de ese territorio al reino de Marruecos. Pero antes de eso, miles de canarios vivían en el Sáhara. Muchos nacieron allí. Las relaciones comerciales y humanas entre los saharauis y los canarios fueron durante décadas, si no siglos, muy fluidas. Nada de esto se enseña en nuestros colegios, pero todos los que sobrepasamos la cincuentena lo sabemos perfectamente. Canarias comparte con los saharauis uno de los mayores bancos de pesca del mundo. Y antes de que Marruecos iniciara su expansión colonial hacia el sur, y con ello se arruinaran las opciones de la pesca artesanal en el zona, la flota canaria era muy importante.

Ya sabemos que en Canarias además de la inmensa mayoría de los canarios que no se reconocen como africanos, existen miles de colonos que, evidentemente, tampoco se reconocen como africanos, ni siquiera como canarios, pero esa evidencia no debe hacer olvidar la indestructible verdad de que queramos o no, todos los que vivimos en estas islas, vivimos en África. Y los que nacen y viven en África son africanos, igual que los que nacen y viven en Europa son europeos y lo mismo pasa con los americanos y con los chinos, incluso con los descendientes de los portugueses de Macao, que también son chinos, y con todos los demás pueblos del mundo, sin ver yo ninguna razón que esa verdad tan de perogrullo no sea aplicable a los canarios. Claro que existe la opción de ser un colono. Un colono es un fulano que vive ocupando una tierra que no le pertenece y se expande por el territorio de otros. Esto lo hacen mucho los colonos israelíes en la tierra de Palestina, o los colonos marroquíes en las tierras del Sáhara Occidental. Pero ese no es nuestro caso.

Antivacunas, conspirativistas, neochamanistas y new age

Durante los meses de la pandemia han proliferado las teorías conspirativas sobre su origen, la crítica a las medidas de control poblacional de los gobiernos, y a la búsqueda de un remedio médico para contener el virus. Los principales argumentos que se dan nos advierten sobre la contaminación que produce el 5G, el peligro chino y los planes secretos de control de Bill Gates y de George Soros, que nos quieren meter un microchip junto con la vacuna. Muchos, sorprendidos de su influencia, nos preguntamos ¿de dónde sale toda esta gente?

Gente culta, bien formada, con profesiones de alto rendimiento intelectual entran en el juego. Otros, menos formados, los imitan. En las redes se desata una espiral de argumentos que se retroalimenta en una realidad paralela. El último YouTube, el video del catedrático de California o el gurú de turno nos advierten de los peligros. En fin, una enorme cantidad de “información” circulando sin parar y conectando a millones por el mundo que trata de cuestionar los métodos científicos “occidentales” y sustituirlos por nuevas búsquedas en “otra realidad”. Lugares que sólo existen en las mentes de los convencidos y a los que no puedes acceder si no “crees” en ellos. Tampoco pueden ser sometidos a crítica de análisis lógicos porque son creencias esotéricas, no racionales.

En algunos casos son razones de poder las que se ocultan detrás de las teorías anticientíficas que nos han inundado, como en Trump o Bolsonaro. Con estos dos habría que incluir los poderosos grupos religiosos que los respaldan. Los pentecostales brasileños y los evangelistas y creacionistas norteamericanos. No son ellos a los que me refiero en este artículo porque pertenecen a otro tipo de “tribu”, aunque desde su posición privilegiada ayudan a alimentar la confusión y dan la sensación de pertenecer a la misma constelación. ¿Cuáles serían entonces?

Debe existir más de una explicación, como siempre suele ocurrir con todo, pero una que seguro forma parte de ella es la herencia de lo que en los sesenta comenzó a llamarse la new age. El auge del movimiento contracultural en la costa oeste de los EE.UU. estuvo formado por distintos movimientos que abarcaron disciplinas como la literatura, la plástica o la música. Beatniks, hippies, rockeros. El ácido lisérgico, la maría y las anfetaminas se usaban para buscar otras realidades en una práctica de escapismo del modelo fordista alienante y de la guerra nuclear que amenazaba con desatarse a cada poco. Elemento muy emblemático de aquella revolución cultural que afectaba a los sentidos fue la enorme influencia del libro de Aldous Huxley, Las puertas de la percepción, publicado en 1954, que serviría para que Jim Morrison y amigos nombraran a su grupo como The Doors, en una clara declaración de intenciones.

La recepción de las culturas “orientales” con sus gurús, filosofías y religiones trajeron nuevas creencias que muchos jóvenes de entonces adoptaron como formas de vida alternativa. La new age además aunó el esoterismo y la medicina alternativa (yoga, reiki, acupuntura, shiatsu), que pretende desbloquear los puntos de energía y devolvernos el equilibrio para poder sanar.
Esta perspectiva suele implicar (no siempre) una fuerte negación o crítica integral de la medicina “occidental”. Además, la constelación new age acoge también el ocultismo, sincretismo religioso, y otro tipo de prácticas culturales que han permanecido con nosotros, pero con poca visibilidad hasta estos días. En Canarias podríamos insertar en esta constelación a la Iglesia del Pueblo Guanche, aunque tiene un origen más tardío, comparte su interés por los rituales ancestrales de las culturas nativas.

El new age fue la parte mas despolitizada y mejor vista por los poderes de entonces. Sus seguidores optaron por sumergirse en sus realidades paralelas e intervinieron poco en las políticas comunitarias. En España, este tipo de movida cultural cobró un gran impulso tras la recepción del libro de Carlos Castaneda, Las enseñanzas de Don Juan. Nos narra cómo buscando información para su tesis matriculada en la Universidad de Los Ángeles, que originariamente versaba sobre el uso del peyote en las culturas indoamericanas, se topó en una parada de guaguas camino de su destino con Don Juan. Deja a un lado la tesis y se convierte en alumno y seguidor del maestro. Es un viaje iniciático al mundo del chamanismo.

El libro de Castaneda fue un éxito de ventas enseguida, y a mediados de los setenta se leía en todo el mundo occidental casi con fervor religioso. Yo mismo recuerdo leérmelo cursando aún el bachillerato en el IES Viera y Clavijo de La Laguna. Fue una revelación, o eso pensé, como también lo sería el descubrimiento del Che. De Castaneda y Don Juan me olvidé pronto.

Castaneda nos proponía entrar en “otra realidad”. Como en España y en occidente no había chamanes “puros”, todo derivó por el camino del new age que, en síntesis, consistió en una occidentalización que hicieron las clases medias de esas enseñanzas extraídas y copiadas de realidades culturales diversas, indoamericanas y asiáticas.

La new age sirvió para hacer viajes turísticos en busca de chamanes, y de regreso anunciar, en el mejor de los casos, el “descubrimiento de la iluminación” y, en el peor, contar viajes al infierno propiciados por la ayahuasca, las semillas del diablo o los Lsd de primera generación. Los indoamericanos, que vieron pronto el negocio que les podía dar la constelación new age, se aprestaron a sacar beneficio económico de esos “buscadores de otras realidades”. Una neochamana peruana cuenta en el libro del antropólogo Joan Prat, La nostalgia de los orígenes, que:  “En Cuzco, levantas una piedra y aparecen treinta chamanes, charlatanes que digo yo. Y es increíble: ceremonia de ayahuasca, cien euros, San Pedro, doscientos euros…una mafia total”. 

Entre toda aquella gente había muchos que criticaban la medicina occidental, e interpretaban el mundo en clave de conspiraciones de poderes o superpoderes ocultos, que sólo podían ser combatidos con el uso de herramientas de la naturaleza, y permaneciendo alejados de cualquier práctica que emanara del estado o la ciencia, lo que incluía también no escolarizar a los hijos y la no vacunación. En el neochamanismo se deposita la esperanza para curar la mente y el espíritu en rituales y multitud de prácticas heterodoxas que nada tienen que ver con la ciencia médica, tales como el toque del tambor y las maracas, el ayuno, la purificación, la danza y la meditación, o la respiración holotrópica, que según Stanislav y Cristina Grof, creadores de la misma, pretende “alcanzar una mayor autocomprensión, expansión de la identidad del yo y facilitar el acceso a las raíces de los problemas emocionales y psicosomáticos. La palabra holotrópico sugiere la superación de la fragmentación interna, así como de la sensación de separación entre el individuo y el entorno”.

Los occidentales fueron en busca de esa “otra verdad” y los chamanes los conminaron diciéndoles: “Chamaniza tu vida, apúntate al itinerario del sol donde no hay fracaso…reintégrate con la Pachamama, conviértete, a través de la conexión profunda en árbol, río, montaña o amanecer. Podrás volar desde cuando aceptes que no sólo es real lo visible” (Prat).

En estos días de pandemia hemos visto cómo las constelaciones new age se nos cuelan por los whatssapp, Facebook y, últimamente, por las tv generalistas, no sé si promovidos conscientemente por los gurús de los medios o como relleno veraniego de la telebasura.

¿Qué pasa en Santa Cruz?*

La moción de censura en SC nos puede dar la impresión de que la ciudad es un lugar condenado al gobierno de las derechas, y no es raro encontrar a mucha gente manifestando tal punto de vista. Tras cuarenta años de gobierno de UCD-ATI-CC parece lógico llegar a esa conclusión. Los gobiernos se conforman con la participación de la ciudadanía en los procesos electorales, y las mayorías que surgen de ahí son las que sirven para hacer los mapas políticos pertinentes. De tal manera podemos decir que, de la mayoría de la gente que vota en SC, se desprende una preferencia mayoritaria por las fuerzas de la derecha sostenida en el tiempo, pero no podemos decir que SC sea una ciudad de derechas.

Si tomamos los procesos electorales entre 2007 y 2019, la tendencia preferencial de manera sostenida por la ciudadanía es la abstención. Veamos el cuadro:

Santa Cruz
%
2007
2011
2015
2019
Abstención
49,78
43,42
44,94
46,62
CC (ganador)
17

13
16
PP (ganador)

15


Derechas sumadas
26
30
27
25


En todos los procesos electorales el grueso de la ciudadanía optó por no ir a votar.

Si lo comparamos con Madrid, salvando todas las distancias demográficas y de variada naturaleza, vemos que en la capital del Reino la mayoría relativa de la población da su respaldo electoral a la derecha por encima de cualquier otra indicador.

Madrid
%
2007
2011
2015
2019
Abstención
34
32
31
31
PP+ (UyP)
36
32+(5)=37


PP+Cs 


31

PP+Cs +(Vox)



34
Más Madrid



21


Madrid es una ciudad en donde la derecha tiene mayoría relativa sin ningún tipo de duda. La expresión política de la derecha concentrada primero en el PP, y luego por la suma de PP-Cs-Vox, representa una mayoría política y social en la capital del Reino. No es el caso de SC, en el que el factor de la abstención introduce más dudas al respecto. Así que deben ser otros elementos los que nos ayuden a explicar la “anomalía” chicharrera.

La irrupción de nuevas fuerzas no produjo ningún cambio significativo en el comportamiento electoral de la masa abstencionista. La mayor diferencia que constatamos entre 2007 y las siguientes citas electorales estuvo caracterizada por el problema censal en la ciudad. Entre 2007 y 2011, la corrección del censo reduce la masa electoral en 21.244 personas, lo que explicaría el salto abstencionista del 49,78% al 43, más de 6 puntos de diferencia. En el resto de citas electorales, las variaciones han sido de menos de tres puntos. Ello quiere decir que la irrupción de nuevas fuerzas con representación, esta vez en la izquierda, como fue Sí Se Puede en 2011 y 2015 o UP en 2019, no tuvo ningún efecto sobre la masa de electores abstencionistas. Los trasvases de votos se han producido entre la masa de votantes que suele ir a las urnas. Pero no se ha movido a la mayoría relativa que se mantiene en la abstención. ¿Por qué?

Hay muchos factores que ayudan a dar una explicación, que van desde los culturales a los de tradición política y organizativa. Pero algunos tienen más peso que otros. La extensión del precariado, sin duda, es de vital importancia. Una estructura económica en la que abundan los sectores informales y trabajadores precarios no sólo afecta a los asuntos de corte económico, sino que configuran y moldean lo social, lo político y lo cultural. En SC, en torno al 40% de su población vive con dificultades.

El precario que puede ser lumpen, pero también puede ser más cosas, favorece un comportamiento político/electoral disruptivo, según los criterios de la democracia representativa. Los lumpenes, por otra parte, no solo deben ser identificados en el precariado, también son observables en muchos sectores de las clases altas y las élites dominantes. La corrupción política, económica, el transfuguismo y el nepotismo son formas privativas del lumpenaje de las élites.

La transición del modelo colonial/periférico asentada en el sector primario y secundario ha dado paso, desde los ochenta en adelante, a uno dominado por los sectores de servicios no cualificados, y también a una gran bolsa de parados/excluidos que ya no son reserva de mano de obra, sino personal sobrante de un modelo económico altamente especulativo en el que los sectores del trabajo deben competir a la baja entre ellos mismos y, desde hace unas décadas, con los sectores de trabajadores inmigrantes que meten presión al mercado de trabajo por el lado de los de abajo. Se fragmenta la sociedad manteniendo a los grupos sociales aislados unos de otros. “El barrio” es el mundo en sí, y el trabajo hace presión contra su propio su valor. La ideología neoliberal que fomenta el individualismo desplaza la cultura popular que antes descansaba en los sindicatos, en los talleres y en los lugares de trabajo del “modelo fordista”, que si bien en Canarias y SC fueron pocos (tabaco, conservas, alimentación, frío, transporte, etc.) servían como escuelas de aprendizaje, compromiso y organización. La dispersión que imprime la economía de servicios descualificados en la mayoría social produce desapego e indiferencia a su marco político, basado en una democracia en el que priman la propaganda, las grandes campañas y la inversión de cuantiosas sumas, tornando el modelo en una democracia del espectáculo y no de la participación.

La relación del poder con los amplios sectores precarizados se manifiesta por medio de la represión de lo marginal, lo peligroso, o bien por la vía del clientelismo, que alimenta y se alimenta de la corrupción. Esa estructura social decolonial no ha sido abordada políticamente para descolonizarla. En ella, los sectores de las clases medias y altas, y algunos de las clases populares, se integran políticamente; el 45% permanece fuera. Ese es el desafío que algún día alguien o algunos deberán afrontar para consolidar un cambio de relaciones de fuerza en la ciudad.

En las elecciones del 2019 hubo una opción de garantizar para toda la legislatura un gobierno del cambio. Con los 9 concejales del PSOE y los, al menos 5, que una coalición de SSP/UP (4,4% +10,62%) con el 15% de los votos hubiera logrado. Con la coalición Sí Podemos Canarias (UP+SSP) en SC no hubiera hecho falta Cs para garantizar el cambio, y la operación de transfuguismo no habría tenido lugar. El veto al acuerdo que hizo Podemos SC lo impidió. Su argumento, peregrino, fue que el candidato de SSP llevaba dos legislaturas, y que no podía estar una tercera porque lo tenían como línea roja en su partido. Cuando uno no quiere dos no se entienden. Tras la vuelta de CC y PP al poder, la esperanza de un cambio de larga duración quedará truncada. No hay que estar echándole las culpas a todo el mundo, a la ciudadanía, a la derecha, a razones inconfesables de la tránsfuga sin ver la viga en el ojo propio.

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*Los datos son para las municipales. En las generales, que es cuando se vota más, la tendencia ganadora de la abstención persiste situándose en torno al 39%. Y no siempre entre los votantes gana la derecha.

Revisando mitos del insularismo tinerfeño

El insularimo es una patología de la política canaria, auspiciada por los grupos de poder de Gran Canaria y Tenerife. Junto con el caciquismo, la dependencia y atraso económico, y la falta de un proyecto autónomo marcó la historia contemporánea de Canarias. Su esterilidad imposibilitó alcanzar una plena autonomía desde comienzos del siglo XX, y nos relegó al vagón de cola de las autonomías en el periodo constituyente 1978-1983. El insularismo ha construido una serie de mitos, tras los que ocultó su incapacidad de ver el mundo más allá de la punta del muelle. 

El insularismo tinerfeño se construyó sobre el levantamiento de una serie de mitos. Los principales fueron destacados jefes militares y, curiosamente, ninguno tinerfeño o canario. En la edad contemporánea el primero de todos es el General Gutiérrez. Mito fundido con el del Almirante Nelson, para mayor gloria del primero. Pero no nos ocupamos en esta ocasión de Gutiérrez, de quién por otra parte hay una hagiografía abundante, que algún día habrá que revisar con un planteamiento de historia crítica y seria. Mientras tanto, una novela histórica de Miguel Angel Díaz Palarea nos aproxima desde el punto de vista desmitificador y con sentido del humor. Su libro lleva el ingenioso título de, Entre piratas. Contralmirante Nelson y el General Gutiérrez en las Islas Canarias.

El segundo militar, no por orden de importancia en la mitología insularista, fue el fascista/golpista Capitán General de Canarias, García Escámez. Ocupa un lugar muy destacado en el panteón del altar patrio tinerfeño. Tener la Capitanía General ubicada en Santa Cruz no es un elemento ajeno a tal asunto.

El tercero fue Capitán General de Canarias, Cuba, Filipinas y Cataluña, además de ocupar distintos cargos ministeriales durante varios gobiernos, y asiento en el senado de manera vitalicia por designación real. La reina regente María Cristina de Habsurgo Lorena le concedió un marquesado con el título de Marqués de Tenerife en 1887.

Weyler es el nombre de la plaza central de Santa Cruz, puesta en su honor por haber impulsado el edificio de la Capitanía General, también del Gobierno Militar de Las Palmas, aunque allí el parque que lo custodia no lleva su nombre, sino el de San Telmo.

En Cuba, su nombre es asociado a la construcción de los campos de reconcentración de la población civil, y sinónimo de desgracia, muerte y destrucción. En Filipinas y Cataluña una calle lleva su nombre, así como en Palma de Mallorca, su ciudad natal, pero en ningún lugar su figura es tan central, y tiene un reconocimiento tan formidable como en Tenerife.

Toda esa parte de la historia  del General es más o menos conocida, y su figura como elemento de construcción del imaginario del insularismo tinerfeño, aparece a ojos de sus defensores de manera impoluta. Weyler, héroe y militar insigne, luchador denodado por la patria. Valeroso y aguerrido. Portento de virtudes. Sin embargo, fue retirado de la guerra en Cuba ante la mala dirección de las operaciones militares bajo su mando.

Una vez de vuelta en la Península pedía 50.000 hombres para invadir Florida, y derrotar a los norteamericanos. El gobierno no le tomó en serio semejante fanfarronería y, aún queriendo, tampoco hubiera podido armar una expedición de 50.000 hombres para invadir los EE.UU. Pero este militar vivía en la irrealidad, igual que la mayoría de los militares que formaban la oficialidad del ejército español de entonces. Siempre prestos y valientes para llevar a cabo guerras civiles contra su pueblo desarmado, pero incapaz cuando debían batirse contra enemigos bien dispuestos.

Y de esta estirpe es don Valeriano. No podemos decir que tuviese una responsabilidad determinante en la derrota contra los EE.UU. en 1898, porque de todas formas, con su participación o no, el resultado hubiese sido igual. Pero sí que su engrandecimiento se haga ocultando hechos que son conocidos desde hace más de 120 años, aunque, sin embargo, han permanecido bien custodiados para no mancillar el honor de uno de los referentes esenciales del insularismo tinerfeñista.

Weyler no es más que la expresión común y corriente de la mediocridad de la casta militar de finales del siglo XIX, y de buena parte del XX. Y, en muchos casos, esa mediocridad se manifestó en torpeza evidente, a la vez que en desprecio de los hombres a los que mandaba. “El soldado  español es el mejor del mundo, come poco y marcha bien”, había dicho. Ciertamente, que el soldado español, hijo de campesinos analfabetos, era tratado con todo desprecio por sus superiores, en una actitud permanente de clasismo exacerbado.

Se jugaban la vida de esos soldados famélicos, obligados a servir en las guerras coloniales, con total desprecio. Weyler flotaba en una superioridad engreída, que no respondía al intelecto del personaje. Con su elitismo, y desprecio de los que estaban bajo su mando, cometió una imprudencia criminal, merecedora de un castigo en toda regla que, por supuesto, nunca recibió. 

Estando Weyler en Madrid, durante la fase final de la guerra contra los EE.UU., conoció a un supuesto doctor alemán, que en realidad era un espía americano, de nombre Edward Breck. El tal espía, había podido llegar a las cercanías del poderoso general, y entablar amistad con él, tras primero haber conocido a su hijo Fernando Weyler, también militar, mientras viajaba en tren hacía Madrid, procedente de Francia. 

Valeriano Weyler, sin tomar precauciones sobre un extraño que acababa de conocer, lo adopta y lo introduce en su círculo más cercado en Madrid, compuesto por otros generales, y altos políticos cercanos al gobierno. Delante del espía habla abiertamente sobre posiciones militares. Además, le da una carta de recomendación, para que pueda moverse con su aval por todo el país. Así, le abre las puertas para reunirse con jefes verdaderamente sensibles en aquel momento. El principal fue nada menos que el Almirante Cámara, que era el responsable de llevar a cabo la defensa de la Península si los EE.UU. se decidían por atacarla. Y claro, el espía, armado con la carta de Weyler, no desperdició la ocasión de ir a ver a Cámara a su barco anclado en la bahía de Cadiz, y sacarle toda la información que pudo.

La posesión de la carta en la que Weyler le da protección, fue usada para inspeccionar de cerca todas las defensas que se habían montado para repeler el ataque norteamericano. Desde San Sebastián hasta Cádiz, pasando por Barcelona, Valencia y Cartagena. El jefe de jefes, Valeriano Weyler, había sido engañado de la manera mas simple e infantil que se pueda imaginar. Con tales jefes, no habría enemigo que no pudiera derrotar al ejército a cualquier lado que fuese, Caribe, Filipinas o Marruecos.

Convertirlo en símbolo del insularismo tinerfeño retrata lo mal que andaban de ideas sus promotores.

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Fotografías tomadas por el agente norteamericano Edward Breck gracias a la inestimable colaboración del General Valeriano Weyler, Marqués de Tenerife, símbolo del insularismo patrio.









Entrevista en La Provincia 28 de marzo 2020





Mariano de Santa Ana
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Si la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898 se hubiese prolongado unos meses más, es altamente probable que Canarias se hubiese convertido en una posesión norteamericana. Durante aquella contienda, en la que España perdió sus posesiones ultramarinas de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, el temor a una invasión del Archipiélago por parte de la que entonces despegó su trayectoria hasta convertirse en la primera potencia mundial, hizo cundir el pánico en las Islas. De todo ello habla el historiador Domingo Garí en El expansionismo norteamericano a las puertas de Canarias en 1898 (Le Canarien Ediiones, 2019), un libro que combina el rigor investigador con una narración trepidante que hace difícil separarse de sus páginas hasta la conclusión de la lectura. Garí, profesor titular de Historia en la Universidad de La Laguna y autor, entre otros libros, de La ONU, Canarias y las descolonizaciones africanas; Geopolítica, nacionalismo y tricontinentalidad y El caso Bartolomé García Lorenzo, aborda en esta entrevista algunas de las cuestiones que centran las páginas de su última obra.

Para empezar le pido algo que no entusiasma a los historiadores: un ejercicio de historia contrafactual. Pongamos que tras la guerra hispano-norteamericana de 1898, Canarias pasa a convertirse en posesión de Estados Unidos. ¿A cuál se asemejaría más su estatus político, al de Cuba, al de Puerto Rico o al de Filipinas? 
El tema que propone en su pregunta es interesante para escribir una novela ucrónica. Pienso que por nuestras similitudes territoriales y demográficas nos hubieran tratado igual o de manera muy parecida a Puerto Rico. 
Por qué por nuestras similitudes territoriales y demográficas con Puerto Rico ¿Le importa abundar en ello? 
De los tres archipiélagos que se encontraron en medio de la guerra, dos son claramente muy distintos del canario. Filipinas salta a la vista, contaba en 1898 con 7.832.719 habitantes, y tiene una superficie de aproximadamente 300.000 km2, está compuesto por 7.107 islas. Por su parte, Cuba tenía una población de 1.572.797 habitantes sobre una superficie de 109.884 km2. Es un archipiélago compuesto por dos islas mayores, la propia Cuba y la Isla de Pinos, esta última con una superficie similar a la de Tenerife. Además tiene 4.000 islas, isletas y cayos. Canarias entonces tenía una población de 339.203 habitantes sobre una superficie de 7447 km2. Por su parte, Puerto Rico tenía una población de 953.243 habitantes, distribuidos sobre una superficie de 9.104 km2 de los cuales más de 8.000 corresponden a la Isla de Puerto Rico propiamente y el resto a varias decenas de islas, islotes y cayos. Obviamente, si tenemos que elegir elementos de parentesco territorial y demográfico no queda otra que hacerlo sobre Puerto Rico. Luego hay evidentes diferencias con ellos, entre las cuales destaco la rivalidad
interinsular que se da entre nosotros y que no puede darse entre ellos. No es un elemento menor, porque lo que aquí llamamos el insularismo ha actuado como un elemento retardatario y empobrecedor de la realidad política en Canarias, y ha sido la expresión constante de una clases dirigentes mediocres y reaccionarias. Por otra parte, sí hemos compartido con Puerto Rico, además de los rasgos antes señalados, el hecho de ser islas pequeñas con una importancia geoestratégica grande.
Vayamos al comienzo. ¿Cuándo empezó a haber temor de que Canarias pudiese ser invadida por Estados Unidos?
Digamos primero que nada que, en cierta forma, el temor ya había comenzado para los canarios desde 1895, cuando se iniciaron los reclutamientos forzosos de jóvenes para llevarlos a la guerra contra los independentistas en Cuba. En segundo lugar, el temor a la invasión norteamericana comenzó desde los primeros días de abril de 1898, incluso antes de que se desatase materialmente la confrontación entre España y los EE UU que dio comienzo el 25 de abril. Las primeras tropas de refuerzo salieron para Canarias desde Cádiz el 2 de abril. La perspectiva de peligro inminente se instaló tras la guerra naval en Cavite, Filipinas, el 1 de mayo. Ese día los norteamericanos destrozaron a la armada española desplegada en la zona. El mito de la poderosa defensa española se hizo añicos, y paralelamente el temor aumentó en las Islas al conocerse la noticia. La derrota de lo que quedaba de la flota española en Santiago de Cuba remachó esta sensación. Efectivamente, tras el bloqueo y posterior hundimiento de la flota de Cervera en la bahía de Cuba el 3 de julio, España ya quedó sin posibilidades de oponerse a los norteamericanos. Desde entonces la histeria se aceleró en estas Islas, pensando que cualquier noche podían entrar los navíos enemigos. Los sectores militaristas partidarios de la guerra no querían tomar conciencia del asunto y seguían manifestando bravuconadas fuera de la realidad. En las semanas posteriores comenzó a llegar la información verdadera sobre el hundimiento de la flota, y entonces la impresión de que el Archipiélago iba a ser invadido se acrecentó. La gente huyó masivamente al interior de sus respectivas islas para librarse de los cañonazos que la escuadra americana podría propinarles. 
¿Cuál era la capacidad defensiva del Archipiélago y qué medidas se tomaron ante la posibilidad del ataque Norteamericano? 
No existía ninguna posibilidad defensiva. La propaganda de los periódicos, es decir, de la información que salía en ellos, elaborada por minorías vinculadas al poder y por los militares hacían creer que las Islas estaban protegidas, pero no era así. No existían defensas dignas de tal nombre, el armamento era obsoleto para entrar en lucha de infantería, y los cañones, que apresuradamente se colocaron en los principales puertos, eran insuficientes ante el poder de fuego de la armada norteamericana. En los informes militares que se realizaron un año después de finalizado el conflicto así se reconoce.
¿Cómo reaccionaron los potencias europeas ante la eventualidad de la invasión? 
En un primer momento las principales potencias, Gran Bretaña, Francia, Rusia y Alemania hicieron llamamientos a favor de una acuerdo negociado para no llegar a la guerra. Ni los Estados Unidos ni los militares y la élite política españoles escucharon esas peticiones. Los Estados Unidos querían las colonias españolas por la buenas o por las malas. Los militares en España querían la guerra sin atender a ninguna otra consideración. Esto queda recogido en las memorias de León y Castillo y también en la relación epistolar entre Villalba Hervás y Patricio Estévanez. Una vez desatada la guerra, los EE UU exigieron neutralidad a las potencias y la petición fue aceptada, aunque bajo cuerda era obvio el apoyo británico hacia ellos, pero siempre tratando de mantener apariencia de neutralidad, dado el interés que los británicos tenían en nuestras Islas. Los franceses jugaron la carta de proponerse como negociadores para la firma de la paz, como efectivamente terminó ocurriendo. Por otra parte, hay que señalar que ninguna de las potencias europeas quería una ocupación militar por parte de los EE UU, todas tenían intereses propios en Canarias. 
A propósito de Francia, en el libro cita una noticia de época aparecida en el periódico ‘Chronicle’ que dice que este país prestó 400.000 millones de francos a España y que, a cambio, España habría ofrecido a Canarias como garantía. 
El asunto de la compra o hipoteca de las Islas, o de alguna de ellas, estuvo siendo la comidilla en la prensa local e internacional en 1898 y en los años posteriores. Esa noticia concreta a que hace referencia se produjo en medio del conflicto. Fue publicada en la prensa norteamericana, y podría no ser del todo infundada, dadas las cuentas ruinosas de la hacienda española, y el hecho que se diera pábulo a tal posibilidad por parte de destacados políticos e intelectuales isleños, aunque muchas veces solo fuese para mostrar incredulidad sobre que eso pudiese suceder. Los cierto es que en los años posteriores cuando los rumores sobre la venta de Canarias resurgieron, la prensa local pedía al gobierno de Madrid un desmentido tajante de tal rumorología, que sin embargo nunca sucedió, o al menos a mí no me consta. Hay que recordar que otras islas del imperio fueron vendidas en esa época, por ejemplo Las Carolinas y Marianas a Alemania por 25 millones de pesetas.

Como en todas las guerras, en esta no faltaron los espías. En Canarias, según cuenta en el libro, lo fueron hasta personajes con reputación en la historia insular como Thomas Miller. 

En toda guerra el papel del espía es fundamental. Transmite información desde el campo enemigo. Esa fue una de las tantas desventajas que tuvo España en relación a los EE UU. Mientras en las Islas se hablaba abiertamente de que personas de la comunidad británica informaban a los norteamericanos, apenas ocurrió a la inversa, no ya para el caso de Canarias, sino para el del conjunto del país. En varias ocasiones se detuvo a personas acusadas de estar recogiendo información para mandar a los EE UU. Normalmente la información versaba sobre el estado de las defensa, número, disposición, y el ánimo de la población. El caso más sonado de todos fue el del agente consular norteamericano en Gran Canaria, el súbdito británico Thomas Miller, que fue detenido mientras intentaba mandar un cable telegráfico a Washington anunciando la llegada de las primeras tropas de la Península a mediados de abril. Fue detenido por los militares y advertido de que podría ser fusilado si continuaba pasando información.
 ¿Qué fuentes ha manejado para escribir el libro? 
Las fuentes primarias que utilizo son las archivísticas . Los documentos encontrados en el Archivo Regional Militar de Canarias, y luego en algunos archivos municipales. También es muy importante base documental la prensa norteamericana de la ciudad de Nueva York, que es donde estaban, y siguen estando, los principales diarios de aquel país, y de Puerto Rico. Además, utilizo documentos elaborados por testigos de época que acompañaban a los almirantes de la armada estadounidense. Por otra parte, es esencial la prensa canaria, porque nos ayuda a recomponer la visión que las elites insulares tenían del conflicto, así como memorias de destacadas personalidades insulares. En último lugar, uso la bibliografía sobre el tema, y otra que sirve para contextualizar aspectos concretos del trabajo. 
Háblenos de lo que en un capítulo llama “problemas en el frente interior”. Cita al respecto una información del Daily Cronicle según la cual el Departamento de Guerra de Estados Unidos anunciaba una “inminente insurrección en Canarias”
La situación en el interior de las Islas era muy complicada. Los campesinos fueron reconcentrados durante tres meses en campamentos militares. Esto implicaba que la población masculina no podía atender sus labores agrícolas. En una sociedad muy pobre y que vivía en economía de subsistencia suponía un drama enorme. La llegada de tropas peninsulares, con numeroso componente lumpen, agravó lo desencuentros y el descontento. El hambre, el miedo, la represión y la tensión generada por los acontecimientos eran un caldo de cultivo objetivo para que aumentase el descontento social. Que esta situación pudiese ser contemplada por los espías norteamericanos como indicio de insurrección, entra dentro de lo posible. Por otra parte, tampoco podemos olvidar que en tiempos de guerra la falsa información se usa frecuentemente para atacar el flanco psicológico del enemigo. Tras la firma de la paz lo que ocurrió fue un aumento de la pequeña delincuencia, y entonces las clases dirigentes clamaron porque se hiciese efectiva la llegada de la Guardia Civil, que finalmente llegó por primera vez a las Islas hacia finales de Año. A propósito del componente lumpen de la tropa que menciona, la prensa de la época habla del aumento de robos en casas y ‘Diario de Las Palmas’ dice incluso que en la Playa de Las Canteras los soldados se bañaban desnudos a centenares, obligando a los vecinos refugiarse en sus casas o abandonarlas. “La verdad”, afirma el periódico en la cita que recoge, “es que si esto se tolera ya no sabemos si vivimos en un país culto o en el centro de África”. 
Tal comentario de la prensa pone de manifiesto el calado racista que formaba parte de la mentalidad de los grupos dirigentes. A decir verdad, la sociedad de finales del XIX era muy clasista y también racista. La base ideológica de los grupos dominantes canarios era el nacional-catolicismo, exactamente el mismo componente ideológico que primaba en los sectores conservadores, y en muchos liberales, del conjunto del estado. La construcción de la identidad nacional española en Canarias fue la elección de las élites insulares en ese momento. Esa elección dejó de lado la apuesta por construir una identidad nacional canaria. De ahí arranca, a mi juicio, el profundo arraigo del nacionalismo español en Canarias, primero en las élites y en las décadas posteriores en la gran mayoría del pueblo. 
Cuenta igualmente en el libro que hubo también en el Archipiélago quien, en esta coyuntura, abogó por su independencia. ¿Puede abundar en esta cuestión? 
Hubo acusaciones por parte de alguna prensa, y de algunos diputados del Congreso, como el conservador exministro de Gracia y Justicia Robledo, sobre planteamientos separatistas en las Islas. Pero no era verdad. Lo que sí hubo fueron muchas voces en la prensa insular que pedían la autonomía, y lo hacían precisamente para abortar cualquier intento de planteamiento independentista que pudiese surgir. Esta gente era de la opinión de que si en Cuba y Puerto Rico se hubiese desarrollado un estatuto de autonomía no hubiese crecido la marea independentista. Los autonomistas canarios de entonces estaban representados por los republicanos y los progresistas, y es una pena que no se le haya dado la suficiente relevancia en todos los debates en nuestra actual autonomía a esa cuestión. 
Lo que sigue teniendo relevancia en nuestra actual autonomía es el pleito insular, que no se detuvo ni durante la guerra, como explica en su obra. ¿Le importa relatarnos los episodios pleitistas de entonces? 
El pleito insular es la manifestación más palmaria de la incapacidad de las élites dirigentes de construir un proyecto unitario y autónomo. Si la autonomía no fue posible tras 1898, se debió al insularismo. Los dirigentes laspalmenses y santacruceros estaban en un disputa enorme por la hegemonía política y económica, que finalmente desembocó en la división provincial de 1927, en vez de en un estatuto de autonomía como hubiera sido lo razonable. Si no es porque aún hoy el insularismo tiene una presencia enorme, no podríamos más que troncharnos de risa al leer los intercambios de pareceres sobre qué isla sería atacada primero, si Tenerife o Gran Canaria. Y en consecuencia cuál sería la que se colocaría la gloria de haber derrotado al expansionismo norteamericano en las Islas. Pocas cosas más delirantes que esas pueden encontrarse.
A propósito de lo delirante. Una de las fuentes que recoge, el periódico ‘Eco del Valle’, dice que “por la fuerza o por el dolo” el Archipiélago podía caer en manos de grandes o pequeños países de Europa, como Inglaterra, Bélgica, Portugal o Grecia. A no ser que fuese una ironía, lo de Grecia tiene un punto demencial. 
Creo que tiene un sesgo irónico, sí. El nivel de desmoralización era grande. Después de meses de propaganda y de mentiras difundidas por los militares y los poderes políticos y mediáticos, repitiendo que España tenía una flota formidable que sería capaz de derrotar a los EE UU se toparon con la cruda realidad. Sumidos en la depresión tras la derrota, los hasta ese momento propaladores de la valentía indestructible del soldado español se vinieron abajo. El tono quejumbroso y descreído sustituyó al ufano y altanero que había predominado desde mucho antes de que se iniciara la guerra.

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