República catalana y monarquía española

La cuestión nacional en España, principalmente la catalana, ejerce una presión muy notable sobre la realidad política española. Las dos repúblicas pasadas, 1873-1874 y 1931-1936 fueron posibles porque en Cataluña había brotado con mucha fuerza la idea republicana. Fuera de Cataluña era tan minoritaria la adscripción republicana en 1873, que Nicolás Estévanez pensaba que era un república sin republicanos, traída por las desavenencias entre los monárquicos (Nicolás Reyes González: 2016). La segunda república fue el producto del colapso de la dictadura primorriverista, en la cual Alfonso XIII puso sus esperanzas para salvar el trono. Las grandes ciudades empujaron en la dirección republicana, y el triunfo electoral en las municipales del 12 de abril aceleró la proclamación del día 14.

La república catalana fue proclamada mientras en Madrid la aristocracia trataba de muñir la continuidad de la monarquía, haciendo de mediador en estas conspiraciones el Conde de Romanones, quien intercede ante Alcalá-Zamora en favor de la corona. La maniobra no surtió el efecto deseado y el rey debe hacer las maletas para dirigirle al exilio. El comité revolucionario estaba constituido por una mezcla de personas de distintas corrientes políticas, e incluso por miembros destacados del conservadurismo monárquico como Miguel Maura, o liberales de recientísima vocación republicana como el propio Alcalá-Zamora. El general Sanjurjo (director general de la Guardia Civil), nombrado  marqués del Rif por Alfonso XIII, se presentó en la casa de Miguel Maura, donde se reunía el comité revolucionario, para ponerse a sus órdenes. Allí estaban también Francisco Largo Caballero, Fernando de los Ríos, Santiago Casares Quiroga, y Álvaro de Albornoz, y más tarde se sumaron Azaña y Lerroux.

Para entonces el líder de Esquerra, Francesc Macià, había proclamado, ante la multitud concentrada en la plaza del ayuntamiento de Barcelona, "L'Estat Català, que amb tota la cordialitat procurarem integrar a la Federació de Repúbliques Ibèriques”.

Entre las tareas urgentes que debía de acometer el gobierno central se iba a encontrar, sin duda, la cuestión nacional, además de otras como la reforma agraria, la reforma del ejército, la separación iglesia/estado y la reforma educativa. Pero en Madrid estaba concentrado también el grueso, el músculo, de los poderes fácticos.

El republicanismo catalán jugó un papel central para la apertura del proceso constituyente en 1931, no sólo porque también allí la crisis de la dictadura/monarquía favoreció la república, sino porque existía previamente un sentimiento republicano profundo y amplio, tanto entre las organizaciones obreras como entre la de los intelectuales y las clases medias. Las principales organizaciones eran Esquerra Republicana de Catalunya en el campo político y la Confederación Nacional del Trabajo en el sindical.

Esa es la breve historia del asunto. República y cuestión nacional van de la mano. La única remota opción de que en España vuelva a proclamarse una república vendrá por una profundización de la crisis nacional. Si junto a los catalanes algunos otros territorios nacionales contribuyen al esfuerzo las posibilidades aumentarían. De lo contrario los aparatos del estado, los oligopolios financieros, industriales y mediáticos tendrán un gran margen de maniobra para reconducir la situación en su propio beneficio, por no mencionar los poderes europeos, los cuales son firmes partidarios del status quo, para evitar contagios indeseables en una Unión Europea que ha perdido su atractivo de manera acelerada para millones de ciudadanos de todos los estados miembros.

Cuando Josep Oliu, presidente del Banco Sabadell, dijo en 2014 que era necesario fomentar un Podemos de derecha estaba completamente en sus cabales. Construir maquinarias políticas con dinero constante y sonante y apoyo mediático es una práctica habitual, cuando las condiciones lo demandan. En la década de los setenta esa técnica convirtió al PSOE en opción de gobierno, merced a la Internacional Socialista, a una parte de los aparatos del estado franquista y al dinero alemán y norteamericano. La fruta madura cayó el 28 de octubre 1982. Lo mismo había ocurrido unos años antes con el Partido Socialista Portugués, que en 1976 se hizo con el gobierno también debido a los apoyos recibidos por los mismos patrocinadores del PSOE.

El discurso del rey Felipe el día tres de octubre de 2017 tenía sobre todo la urgencia y la necesidad de salvaguardar la monarquía, porque es consustancial con el mantenimiento de la estructura de poder, de la que él es el vértice y la argamasa que suelda al conjunto de actores políticos, militares, policiales, de seguridad, económicos y mediáticos que forman la estructura de los aparatos del Estado. El rey no emite el discurso para los republicanos catalanes, ni para los republicanos en general. Lo que hace es representar su papel central en el sostenimiento del status quo. Le va en ello el futuro inmediato de la monarquía, y aquí la monarquía no puede ser federal como, por ejemplo, en Bélgica, porque los aparatos del estado lo impedirían. 


La estructura profunda del estado español, que es anterior a Franco, se mantiene con la dictadura, y se proyecta después de ella hasta la actualidad. La monarquía en España debe suprimir, o al menos contener las demandas nacionales de sus distintos territorios, no sólo para sobrevivir como institución ella misma, sino sobre todo para atender a la exigencia de los poderes fácticos, que como hemos visto ya en la historia de España, pueden sacrificar a la monarquía si con ello salvan su posición de poder. 

De guanches, alzados y jordis

Hasta el día de hoy para mí la palabra alzados, pronunciada por el poder, era privativa de la heroica resistencia que los guanches y gomeros opusieron al poder colonial durante el siglo XVI. Armados con las nuevas armas de hierro que le arrebataban a los españoles, estos resistentes canarios mantuvieron en vilo al incipiente poder colonial durante muchas décadas, después de que la conquista de las islas se hubiera dada por concluida en 1496.

Pero mi sorpresa fue mayúscula al leer en la prensa de Madrid el auto de la Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, que debía resolver sobre la continuidad en prisión o la libertad provisional de los jordis de la ANC y de Omnium, cuando dictaminó que debían permanecer en prisión por “el contenido de los mensajes transmitidos por los recurrentes el 20 y 21 de septiembre, llamando a la movilización permanente desde ese día a favor del referéndum y en contra de las actuaciones para impedirlo, y el papel protagonista y dirigente que los   investigados desempeñaron en todo momento, presentándose como interlocutores de los alzados frente a la comitiva judicial y a los responsables de los Mossos d’Esquadra”.

¿Conservarán estos de la Audiencia Nacional un porcentaje nada despreciable del espíritu inquisidor de los colonialistas del siglo XV? Nunca se sabe. No sería de extrañar tampoco. El nacionalcatolicismo tiene ya unos buenos siglos y ahí sigue tan campante, reeditándose como si el tiempo no pasara. Y es que en realidad no pasa por él. Es la misma ideología reaccionaria que ha dominado España desde el siglo XVIII en adelante. Por eso tampoco es de extrañar ver ahora en el siglo XXI, como un tribunal de un instancia heredera del Tribunal de Orden Público del franquismo usa esa expresión tan del antiguo régimen.


Esto me trae al recuerdo un poema de Allan Ginsberg titulado América, en el que en un pasaje dice: “América…tu maquinaria es demasiado para mí/ Me haces desear ser un santo/ Debe haber otra manera de resolver esta discusión/¿Eres siniestra o esto forma parte de una broma pesada?” Mutatis mutandi podríamos hacer la misma pregunta, ¿España, eres siniestra o esto forma parte de una broma pesada? ¿De verdad que no hay otra manera de resolver este asunto?

Cataluña, España y el nacionalismo banal

Parafraseo en la segunda parte del título el nombre del libro de Michael Billig, reputado psicólogo social británico. El término banal no hay que tomarlo en la acepción de la RAE, que lo describe como “trivial, común, insustancial”. Bien al contrario, hay que darle toda la importancia que tiene y asemejarlo al concepto de banalidad con el que definió Hannad Arendt el comportamiento de los mandos nazis durante el exterminio de las minorías nacionales. Dice Billig que la banalidad de los nacionalismos de los estados-nación difícilmente puede ser considerada inocua, inocente o baladí por la sencilla razón de que los aparatos de estado atesoran formidables arsenales armamentísticos muy amenazantes, y las poblaciones que se reconocen en el nacionalismo de tales estados-nación normalmente apoyan de manera entusiasta su uso.

Evidenciado queda ese asunto si pensamos en los EE.UU. y cómo sus discursos patrióticos sirven para invadir países con el apoyo explícito de buena parte de su población, que es construida cada día con los símbolos del nacionalismo de estado en los EE.UU. Pero esto no es privativo de los norteamericanos. En España ocurre otro tanto, y lo vemos en estos días de tensión a raíz de la aceleración de los acontecimientos en Cataluña.

La prensa hegemónica que nutre de información y crea imaginarios en las mentes de la población española, construye los conceptos como una fábrica fordista, produce en cadena de manera acelerada toneladas de discursos nacionalistas de estado. Esto que se hace comúnmente, se ha visto incrementado de manera notable en las últimas semanas. En estos momentos podríamos decir, incluso, que el nacionalismo de estado ha pasado de ser banal a ser explícito.

El nacionalismo banal es patrimonio exclusivo de los estados-nación, es decir, de los nacionalismos consolidados. Es tal el poderío que detenta el nacionalismo banal que no necesita reivindicar su nacionalismo para afirmar su personalidad colectiva, porque a diario lo hace por medio del lenguaje, la escuela, los medios de comunicación escritos y audiovisuales, los eventos deportivos, la colocación de sus símbolos en lugares bien visibles de los edificios centrales de cada municipio, en las fiestas patronales de cada temporada, en las grandes efemérides y también en las pequeñas, en los anuncios, etc. El nacionalismo banal no se ve a sí mismo como nacionalismo, porque entiende que todos los símbolos nacionales que rodean su espacio físico y simbólico han estado ahí desde el inicio de los tiempos. El nacionalismo banal se reproduce como un “hábito ideológico” y no entra a contemplar la posibilidad del momento, relativamente reciente, de su invención. Este nacionalismo piensa que es portador de lo que comúnmente se denomina “el sentido común”.

Cataloga a los nacionalismos periféricos como anómalos, propio de seres raros, extraños, disconformes, que no quieren adaptarse. Son los extremistas, los que viven en los bordes, gente indeseada que merece un severo correctivo (¡a por ellos, lololololo!). Como el nacionalismo banal no se ve a sí mismo como nacionalista, señala a estos nacionalistas periféricos como los únicos que portan el virus de esa ideología. El nacionalismo banal detecta fácilmente al otro pero es incapaz de detectarse a sí mismo. “Esta conciencia presenta el mundo de las naciones como un orden moral natural” porque el nacionalismo de estado ha sido capaz de calar hasta el tuétano de la población sobre la que interviene.


Esto se ve hoy muy claramente. Párate y contempla la gente a tu alrededor. Escucha las conversaciones. Mira las redes. Esta situación excepcional, hace que podamos observar, también de manera excepcional, cuánta razón se desprende del libro de Michael Billig. La discusión es imposible. En la película Matrix, Morfeo lo dice de esta manera: “Tenemos una norma. Nunca liberamos una mente al alcanzar cierta edad. Es peligroso, y a la mente le cuesta desarraigarse”.

Los mataguanches

Existe una larga tradición de matar guanches instalada en nuestra sociedad. Normalmente esto está asociado a un deficiente conocimiento de nuestra historia. La gente suele manejarse con cuatro generalidades que aprendieron en el colegio, en los entornos familiares o con amistades tabernarias. Y como si fuese resultado de un mantra que flota en el aire, reproducen tales banalidades y las defienden con determinación. La permanencia de un sistema educativo alienante y unos medios de comunicación reproductores de las cuatro simples ideas del viejo colonialismo, entorpecen la posibilidad de que en este pueblo se contemple el pasado sin complejos y falsas aproximaciones.

La reflexión anterior me vino dada después de asistir este siete de septiembre a la representación que los “guanches de Güimar” hacen en la fiesta de la Virgen del Socorro, en la playa de Chimisay. Asistí a ella con ojos de etnógrafo para anotar la existencia de los elementos más representativos del acto. 

Lo primero que me llamó la atención fue una abrumadora profusión de banderas españolas. Incluso bordeando la cruz de tea, lugar emblemático, porque en el pedestal en donde se encuentra se coloca la escultura de la virgen, centro del escenario de la representación. Cuatro ramas de palmera coronadas con cuatro enormes banderas españolas. ¿Pero qué sentido tienen esas banderas cuando la obra que se representa data de 1594 y en consecuencia aún no existía esa bandera? Es llamativo para comenzar.

Cuando arrancó el espectáculo un narrador puso en situación al público. Y entonces comenzaron los primeros disparos contra los guanches. La narración la basa en lo escrito por el dominico Fray Alonso de Espinosa, autor del libro sobre la virgen de la Candelaria escrito a finales del siglo XVI. Y se reproduce tal cual, con las mismas falsedades e invenciones tendenciosas que hiciera el dominico en su momento. Muchas partes de ese relato ya han sido desmentidas por la investigación histórica, hecho que parece no interesar al mantenedor de la fiesta, ni a sus promotores actuales, la parroquia local en este caso.

El narrador nos cuenta que la información referida a los actos que acontecen en la playa, fueron recopilados por el fraile dominico, quien pudo hablar con los últimos guanches antes de que estos muriesen. ¿Estuvieron esos últimos guanches esperando la llegada del fraile para, tras contarle que la virgen “apareció”, luego morir? Esto contado en el siglo XXI es ridículo, tanto como decir que la virgen se les “apareció”. Y no es que sea ridículo contar esto así en el siglo XXI, sino que los propios guanches en 1544 hablaron de la virgen que ellos habían “ayudado a hacer”, tal y como se nos demuestra documentalmente (Santana Rodríguez, Lorenzo: 2009), o bien en un relato posterior cuando se dice que fue “hallada”. Es decir, colocada allí ex-profeso por los misioneros mallorquines al objeto de comenzar “con su táctica de penetración evangelizadora”.

Por su lado, los güimareros que allí se visten a la usanza de los “guanches” para representar una obra “barroca” según el mantenedor, están atrapados bajo el argumentario de Espinosa. Uno, sufre parálisis en la mano que porta una piedra para lanzarla a la Virgen, el otro, se autolesiona con una tabona, cuando quiere atacar ese “objeto extraño” que se les cruza en el camino. Gesticulan pero no hablan, como si los guanches fuesen homínidos imposibilitados para el habla. Se golpean a modo de discurso en una mímica extraña por medio de la cual representan a gente bárbara.  Al fondo, los “trescientos”, se mantienen alejados y temerosos, hasta que Acaymo, rey de Güimar, se acerca a la talla de la virgen y se postra de rodillas. Todo ello es el relato interesado que necesitaban los conquistadores y evangelizadores, pero es insostenible históricamente. 

¿No pueden estos “guanche de hoy” hablar durante su representación? Podrían hacerlo en castellano o en tamazight (al menos usar algunas de las palabras documentadas), y mezclar ambos idiomas. Seguir manteniendo de manera literal la narración dominica no deja de ser, en la actualidad, una maniobra de carácter ideológico, igual que lo fue en su momento. 

Continuar matando guanches cultural y étnicamente se ve que es un ejercicio en pleno estado de forma, que desdeña reparar en la abrumadora evidencia histórica para poder construir una explicación más racional y verdadera acerca de nuestra historia. La descripción de la ideología del colonialismo-evangelizador ha sido desmontada gracias al trabajo de los investigadores e historiadores. Ahora debe ser también desvelada, rebatida e impugnada en su falsedad por la ciudadanía común. 


Las memorias colectivas se conforman de relatos compartidos acerca del pasado, pero nunca deben ser considerados inmutables. Cuando el peso de las evidencias los tornan ridículos, seguir manteniéndolos los transforma en parodias. La actual Cofradía de los Guanches del Socorro de Güimar tiene la oportunidad de poner remedio al asunto, si se compromete en la tarea de revisar y enriquecer su necesaria representación, que cada año congrega a miles de personas para contemplarlos.

¿Qué hacer con el islam?

Cada vez que se produce un atentado en suelo europeo las televisiones y los diarios se llenan de los consabidos tópicos: “no todos los musulmanes son terroristas”, “esto es una minoría”, “los yihadistas son unos descerebrados” “estas personas se radicalizaron rápidamente”, “la convivencia con los musulmanes es buena en los barrios”, “el verdadero islam no es violento”, y un largo etcétera que no es necesario repetir aquí. A ello se suma un periodismo trufado de amarillismo sensacionalista, de explotación del morbo visual, que en la sociedad actual es demandado por importantes porcentajes de la audiencia.

Como todos los tópicos estos tienen también un sustrato de verdad, necesario para poder construir un discurso completamente errado, y que no atiende a los problemas fundamentales que hay que abordar para afrontar con garantías de éxito las prácticas del terrorismo yihadista en las propias sociedades afectadas, de manera primordial Oriente Medio, el Asia musulmán y también en Europa.

Hay una responsabilidad histórica enorme del colonialismo europeo que explica en buena parte el fracaso del proceso de modernidad en esos países. Los intentos históricos que pudieron cambiar la dirección de las naciones árabe-musulmanas, se produjeron inmediatamente después de las independencias, tras la segunda guerra mundial. Son bien conocidos los proyectos laicos y nacionalistas que impulsaron Naser en Egipto, los “socialistas” iraquí y sirios, los revolucionarios argelinos del Frente de Liberación Nacional, aunque sin embargo siempre encontraron la oposición de las potencias colonialistas, Francia y Gran Bretaña y más tarde de los EE.UU, porque veían que con esos proyectos nacionalistas y laicos corría peligro su influencia, y con ello sus intereses petroleros, alimento esencial del modelo de desarrollo industrial occidental

En su detrimento apoyaron el surgimiento del islamismo político y dieron respaldo político, militar y financiero a las monarquías del golfo, de tal manera que pensaron que el fundamentalismo integrista sería el aliado ideal. Desde los años sesenta del siglo XX el fundamentalismo islámico suní, apoyado por Occidente, será el muro de contención de las revoluciones nacionalistas árabes. Hasta la década de los ochenta del pasado siglo las relaciones de fuerzas entre nacionalista e islamistas estaban equilibradas, pero tras la caída de la URSS y el nacimiento del mundo unipolar con EE.UU como potencia única, los nacionalistas perdieron apoyo internacional mientras los fundamentalistas lo ganaron.

A este respecto el caso del Líbano es paradigmático, Israel (que podemos considerar a estos efectos como país Occidental) estuvo muy interesado en promover el fundamentalismo durante la guerra civil libanesa (1975-1991), para con ello debilitar a las fuerzas nacionalistas laicas, tanto libanesas como palestinas, al objeto de fracturar la fuerza del enemigo. Lo consiguieron.(https://www.researchgate.net/publication/268172500_Historia_contemporanea_del_Libano_Confesionalismo_y_politica_1840-2005)

En épocas más recientes los desastres de las guerras que los EE.UU llevaron a Oriente Medido, con la excusa de llevarles la democracia, pero con la intención de quedarse con el petróleo que allí yace, es lo que terminó por desestabilizar completamente la zona. La historia posterior, incluidas las primaveras árabes, tuvo un saldo muy negativo para los pueblos árabes, hundiendo a estados sólidos que hasta entonces no eran lugares de promoción del terrorismo yihadista.

Mientras las potencias occidentales no asuman de verdad la necesidad de un cambio en ese mapa nada cambiará. Mientras se siga dando cobertura a Arabia Saudí, Qatar y otras monarquías ultrarreaccionarias del Golfo Pérsico, principales financiadores del terrorismo yihadista, nada cambiará. Mientras los negocios entre los saudí y el mundo occidental sigan viento en popa, las lágrimas que derraman los gobernantes occidentales cuando se producen atentados, lo son de cocodrilo.

Las reformas en las sociedades árabes necesitan apoyo de la UE, pero Europa primero tiene que abandonar los intereses comunes que mantiene con los principales financiadores del terrorismo yihadista. Y por otra parte, las poblaciones árabes han de reformarse en un sentido profundo, llevando a cabo, a su modo, una revolución del pensamiento que separe la religión de la política. Los árabes deben asumir que las creencias religiosas son un asunto individual, sin injerencia de la política ni del estado. Ese es un primer paso ineludible para poder avanzar en la superación de la situación. La segunda gran cuestión es que tendrán que transformar profundamente su legado machista y patriarcal. El papel de las mujeres es central para introducir un cambio de 180ª en el mundo musulmán. En el interior de esas comunidades las mujeres son las principales víctimas, no sólo del salafismo o los fundamentalismo más extremos, sino también del islamismo moderado, que tampoco abandona sus prácticas de dominación sobre las mujeres, ni separa la política de la religión. La mujer debe convertirse en un sujeto de derecho y político en igualdad de condiciones que los hombres. Las leyes de los estados árabes han de garantizarlo, y los dirigentes políticos tienen que aceptar el reto de educar a sus gentes, a los sectores ampliamente retrógrados que perviven, en los valores de igualdad entre el hombre y la mujer con la misma determinación que la defensa de una sociedad laica o aconfesional.


La solución al problema del terrorismo en Europa se encuentra en Oriente Medio y en el Norte de África. Los militantes yihadistas que viven en Europa quedarán disueltos sin el alimento financiero, ideológico, visual y anímico de las fuentes que los inspiran, porque el grueso de los militantes yihadistas de Europa son lumpen, marginados, personas que encontraron en las prácticas del terrorismo yihadista una vía de escape a sus frustraciones personales. Ellos solos se disuelven en el mundo de la delincuencia común, de la que, efectivamente, proceden muchos, sino todos estos cruzados musulmanes posmodernos.

Viaje al sur

En el imaginario colectivo el viaje al sur suele ser sinónimo de divertimiento, sol, lugares exóticos, fiestas, sexo, bellas playas y tiempo de relax. Ya lo decía Raffaella Carrà cuando el sur era sobre todo el sur de Europa, pero después llegó el turismo expansivo a los sures del mundo, a las islas perdidas, al caribe y al pacífico, y los sures de Europa se quedaron para el turismo menos pudiente, aunque en su interior se habilitaran espacios para las élites, como ocurre con ciertas islas del mediterráneo.

Pero el sur es también para nosotros, nativos isleños, el sitio de las vacaciones, al que se desplazan miles de autóctonos en busca de lo que nuestros sures también prometen, que es exactamente lo mismo que lo que ofrecen los sures del mundo al que llega el turismo masivo.

Nuestro sur fue remoto y de difícil acceso hasta los años sesenta del siglo XX, cuando para visitarlo era preciso emplear unas cuantas horas y mucha paciencia. Ahora es un lugar densamente masificado, al que llegan como chorros vuelos charter procedentes de distintos lugares de Europa, y que podemos visitar en menos de 40 minutos desde las áreas urbanas y periurbana de la zona capitalina.

El sur concentra la principal actividad económica y poco a poco va concentrando cantidades mayores de población residente, nativa y no nativa. Su densidad creciente lo ha convertido en una gran área urbana, de extensión parecida al área urbana de la zona capital, pero a diferencia de ésta, con sus características construcciones clonadas de todas las zonas del mundo en donde el turismo se convierte en actividad masiva. Conociendo una ciudad turística ya se conocen todas, porque todas son ciudades construidas con patrones parecidos.

Nuestro sur que no hace tanto fue un lugar de encantos diversos, con rincones inhabitados y playas limpias, es hoy un lugar espantoso, ruidoso, sucio, lleno de turistas borrachos, mal educados, que lo mismo se echan eructos en plena calle que pedos sonoros, y que terminan muchas veces en busca de peleas con quien primero se encuentren por la calle, en el hotel o en el aparta-hotel (hay que advertir que los ingleses en todo eso se llevan la palma, y si hay que hacerle caso a la propaganda institucional del Cabildo, de que cada nativo tiene que abrazar a un inglés, cuídate de que no te vomite encima cuando vayas a hacerlo).

Caleta de Adeje
La porquería flota en las playas del sur. No solamente las algas menudas que este verano han sido noticia. Además de las microalgas, la porquería abunda. Papel de aluminio, bolsas y envases de plástico, latas de distintas bebidas, colillas de cigarros, aguas fecales que desembocan en medio de las playas masificadas, aceites y porquerías varias que escupen las lanchas fuera borda y las motos acuáticas, hacen que los mares de nuestros sures no sean azules ni turquesas, sino marrones y turbios, en los que por precaución mejor no te metas, no porque haya peligro de tiburones blancos, sino porque algún rolete puede andar cerca rondándote.
Los Cristianos

Hay una lección del viaje al sur que no se puede dejar de sacar, y es que la isla está superpoblada, por la llegada de millones de turistas cada año (5.596.764 en 2016), y por un crecimiento de la población residente que terminará por transformar la isla en un espacio duro y difícil para la vida. 

Unos brevísimos datos lo dejan claro. La isla tiene 891.111 residentes y 160.000 turistas permanentes, lo que hace una población de 1.051.111, que da una densidad de 516 habitantes por kilometro cuadrado, tomando como referencia los 2.034 km2 totales, pero si de ellos descontamos los 976 km2 que corresponden a zonas protegidas, nos quedamos con una superficie de 1.058 km2, lo que eleva la densidad hasta los 993 habitantes por km2. En la España peninsular la densidad ronda los 90 habitantes por km2. En un espacio similar al nuestro como puede ser Mallorca la densidad alcanza los 240 habitantes por km2.


Algunos visionarios de poca monta llevan tiempo promocionando la idea de convertirnos en un Singapur (bis), y si no ponemos remedio a eso las personas que ahora vivimos aquí, quizá sea un día Guayota el que termine poniendo orden. 

Africano el que no bote

En los prolegómenos del partido de play-off entre el Getafe CF y el CD Tenerife para disputar el ascenso a primera división de fútbol, grupos de aficionados del equipo madrileño coreaban el cántico “africano el que no bote”, con el ánimo de molestar a los aficionados del Tenerife que se habían desplazado a Madrid para apoyar a su equipo. 

El tema de África es problemático para nosotros, y los otros (getafeños, en este caso) es evidente que lo usan con ánimo de insulto racista. Esto no es nuevo. Cuando por las razones que sean (políticas, deportivas o de otra índole) se tensa la conversación o la convivencia, los españoles suelen soltar el latiguillo de que los habitantes de Canarias son africanos. También, y sin ánimo de ofensa, tal calificativo se ha usado a modo de relato descriptivo del pueblo de las Islas Canarias.

Para el primero de los casos me viene a la memoria un ejemplo muy gráfico. Tras el asesinato de Javier Fernández Quesada en la puerta de la Universidad de La Laguna, en diciembre de 1977, los disturbios alcanzaron todo el entorno urbano, y la confrontación entre policías y ciudadanía fue creciendo. La autoridad gubernativa de entonces trajo grupos especiales de antidisturbios de cuarteles de Toledo y Zaragoza. El terror policial que aplicaron contra la población de La Laguna de manera indiscriminada, iba acompañado del insulto: “Moros, canarios hediondos, indígenas”. Entonces era de sobra conocido que los cuerpos represivos habían sido adiestrados con manuales y principios fascistas, entre los que el componente racista tenía un lugar destacado, pero seguramente en ninguna otra ciudad del Estado hubieran llamado a los habitantes moros o indígenas, tal como hicieron aquí (Rosa Burgos, El sumario Fernández Quesada)https://www.amazon.es/sumario-Fernández-Quesada-histórica-Canarias-ebook/dp/B011C1EY0W

Pero no sólo bajo la presión de acontecimientos de alto voltaje se usó el calificativo de africanos, o su variable, moro o indígena. También en la producción científica de técnicos y políticos de la administración del Estado, con ánimo meramente descriptivo, se apeló a la raíz africana de los habitantes de las Islas. Decía en 1967 el general africanista José Díaz de Villegas, quien fue director general de Marruecos y Colonias que Ifni “era una isla más de aquel archipiélago varada en pleno continente”. Y más aún, la Alta Comisaría de España en Marruecos escribó un informe en 1946 en el que se dice: “La relación histórica, ininterrumpida y constante, mantenida con esos Territorios (se refiere Sahara, Ifni y sur de Marruecos) por el Archipiélago canario, sus afinidades raciales, su analogía geológica y la identidad de su clima son fundamentos suficientes para establecer que (…) las Canarias y la costa vecina del continente africano constituyen una unidad geopolítica”. (“La Labor de España en África”. Alta Comisaría de España en Marruecos, 1946).

Sin embargo, no es sólo problemático como en determinadas circunstancias los otros nos ven a nosotros. Sino también como nosotros mismos participamos de una visión racista sobre África, pero en este caso de la otra África, “la que no somos nosotros”. La ignorancia enorme que tenemos sobre este tema ha sido el resultado del discurso racista de nuestras élites ilustradas. Pocos han sido los que han pensado Canarias incorporando su legado africano. Normalmente se obvia, y preferimos vernos en el espejo de latinoamérica o de Europa, dejando de lado la herencia más problemática de nuestra identidad, que es precisamente la africana. Incluso, quienes se reivindican de la herencia aborigen, prefieren, normalmente, eludir el hecho de que tal reivindicación debería ir acompañada de un cierto discurso comprensible sobre África y nosotros. Algo de eso intenté con el libro Geopolítica. nacionalismo y tricontinentalidad(https://www.researchgate.net/publication/279220146_Geopolitica_nacionalismo_y_tricontinentalidadpero la tarea está por realizar en un 90%. Seguro que podremos encontrar algunas respuestas desde la perspectiva descolonial, sin imitar a nadie, siendo creativos a la hora de buscar respuestas a lo que se ha dado en llamar la tricontinentalidad de Canarias.


Así que a eso de “africano el que no bote”, yo no le respondería con indignación, sino, precisamente no botando.

La historia de España para la prueba de acceso a la Universidad (EBAU)

Este año tuve la experiencia de participar en la coordinación de la prueba de Acceso a la Universidad en la materia de Historia. Por el camino me encontré excelentes profesionales con los que he tenido la fortuna de trabajar. Y a la vez aprendí cual era el sentido profundo de la reforma educativa del ex ministro Wert, al menos, para la temática de la Historia. El ex ministro, y el equipo que lo rodeaba entonces, no tenían el más mínimo interés en plantearse una reforma que implicase una propuesta seria y rigurosa sobre la enseñanza de la historia. Sólo estuvieron interesados en sacar adelante una reforma que pusiese el acento en un relato nacionalista de la Historia de España.

Josep Fontana señaló en  2014, que la reforma del PP tenía la intención de “adoctrinar a las nuevas generaciones de españoles reduciendo su educación a la memorización de contenidos cuidadosamente seleccionados, que no dejen espacio al pernicioso ejercicio de pensar”. El temario que se obliga a impartir es de una amplitud enorme. El profesorado y el alumnado no pueden dedicarse a pensar, con esa tarea gigante de terminar un contenido para prepararse de cara a la prueba EBAU. Sólo pueden memorizar. Y lo que se memoriza es un contenido completamente desfasado, una lectura sesgadamente nacionalista de la Historia de España, desde la prehistoria hasta la actualidad.

Advertía Lucien Febvre en 1952, durante la IV República Francesa, sobre la necesidad de desenmascarar el uso de la historia como “forma disciplinada y regulada institucionalmente de memoria colectiva”. Decía en su famoso libro Combates por la historia que “Comprender no es clarificar, simplificar, reducir a un esquema lógico perfectamente claro, trazar una proyección elegante y abstracta. Comprender es complicar. Es enriquecer en profundidad. Es ensanchar por todos lados. Es vivificar”. Nada de eso es la finalidad que persigue la enseñanza de la historia para el alumnado de 2º de bachillerato. Por contra, se les enseña a memorizar un tostón cargado de los tópicos más absurdos del nacionalismo historiográfico, administrados en lo que denominan “estándares de aprendizaje evaluables”. En tales estándares hay un predominio enorme de contenidos dedicados a los “grandes” personajes de la historia. Los reyes, los primeros ministros, la aristocracia militar, los líderes políticos. Una historia política contada a la vieja usanza del positivismo decimonónico. Ni atisbo de la historia social ni de las gentes. Nada de la historia de las mujeres, nada de la historia de los pueblos y culturas diferenciadas que componen el actual Estado español. Los problemas medioambientales y el cambio climático no merecen la menor atención. En vano esperarás que este temario se ocupe de explicar la historia como un devenir complejo en tierras fronterizas, del cual los fenómenos migratorios son piedra angular. El enfoque acerca de la hibridación cultural (Peter Burke), el mestizaje y la "creolización" (E. Glissant) ni está ni se le espera. El desfase entre la historia que se exige a los alumnos de segundo de bachillerato y el mundo que los rodea es tan abismal que, simplemente, por penar el castigo de tenerse que prepara semejante contenido inútil, ya deberían estar todos aprobados de antemano.

La historia lineal que se obliga a aprender, como historia no problemática que es, no da opción a pensar otras explicaciones posibles. La historia no puede ser entendida como la lectura de un pasado que estaba condicionado a ser el presente que hoy es. Siguiendo a Chakrabarty, debemos proponer el estudio de los acontecimientos pasados como un repertorio de elementos que nos hablan de otras posibilidades y que nos enseñan a ver el presente como un “irreductible no-uno”. 

No es esa la intención de la reforma Wert para la enseñanza de la historia. Nuevamente el profesor Josep Fontana nos pone sobre la pista. “La Comunidad de Madrid impondrá un programa de enseñanza primaria en el que todos los alumnos madrileños deberán conocer 15 fechas obligadas, desde la llegada de los romanos a la Península hasta la entrada en el euro, pasando por las dos guerras mundiales y la guerra civil española (…). Esta nueva historia, «limpia de localismos», va encaminada a inculcar al alumno que «somos una gran nación, llevamos más de 500 años como esa gran nación, llena de riqueza y diversidad», según afirma el presidente de la comunidad, que añade: «Hemos sido un Gran Imperio, todo eso hay que conocerlo»”. Al ex-presidente Ignacio González, autor de dichas palabras, seguro que no le preocupaba lo más mínimo el hecho de que la enseñanza de la historia imperial dejase en la cuneta el conocimiento en beneficio de la propaganda. 

¿Y de Canarias, qué? Tras 34 años de autonomía con competencias plenas en educación, el desinterés porque se enseñe la historia de las Islas en bachillerato es clamoroso.

La izquierda perezosa y Venezuela

Existe una tendencia muy arraigada en la izquierda política que consiste en permanecer agarrada a inercias históricas, incluso, cuando es evidente que las cosas han cambiado tanto que ya nada es como era. Seguro que todos tenemos ejemplos históricos a los que acudir para aseverar tal comentario. Para nuestra generación es central el ejemplo de Cuba y, más recientemente, el de Venezuela. Dos países que representaron en su momento la esperanza de un mundo mejor. Cuba desde 1959. Venezuela desde 1999.

Cuba dejó de ser esperanza hace mucho tiempo para los cubanos, los latinoamericanos, y los europeos. Mantuvo más o menos el tipo mientras el petróleo soviético sustentaba al régimen. Tras 1991, permanece en un sistema crecientemente minado por la desmoralización, la crisis económica y la corrupción.

Venezuela renovó las esperanzas con la llegada de Chávez al poder en 1999. En la década siguiente, el modelo contagió a unos cuantos países latinoamericanos. Pero desde la caída de los precios del petróleo (2008), que pasó de costar 140 dólares el barril a 45, las políticas expansivas y sociales de los gobiernos de Chávez comenzaron a tambalearse. Descontando las presiones externas y los permanentes intentos desestabilizadores y golpistas que ha tenido que confrontar la experiencia bolivariana, la falta de un modelo de crecimiento económico que no sólo se apoyase en la exportación de las materias primas, ha terminado por llevar a Venezuela a la quiebra económica y política. La especialización en exportación de materias primas como principal actividad económica, es un rasgo común de los países periféricos. Si esa lógica no la interrumpe un gobierno de izquierda entonces está alimentando las bases de su propio fracaso. Las consecuencias saltan a la vista.

Los sucesivos intentos de Maduro por saltarse las reglas del juego que los mismos bolivarianos habían aprobado, habla bien a las claras del momento extremadamente débil por el que atraviesa el poder revolucionario. (Para entender como están las cosas recomiendo esta entrevista a Edgardo Lander http://frontal27.com/edgardo-lander-ante-la-crisis-de-venezuela-la-izquierda-carece-de-critica/).

Aquí, sin embargo, la izquierda perezosa sigue en el mismo sitio. Salvando la cara del fracaso de Maduro, echando todas las culpas al imperialismo, lo mismo que con Cuba se las echan al embargo estadounidense, pero negándose a analizar en serio qué no ha funcionado tanto en el sistema cubano como en el bolivariano. Intelectuales de referencia de la nueva izquierda madrileña, continúan escribiendo textos de defensa del gobierno bolivariano, no sabe uno si cegados por las esperanzas depositadas en aquel proceso, o porque la autocrítica se le hace cuesta arriba.

La izquierda perezosa es transgeneracional. Sin embargo, mantiene en común una vieja práctica consistente en no moverse de la posición que una vez creyó que era la correcta. Como si el mundo no cambiara, como si los hechos históricos fueran de una vez y para siempre. Curiosamente, esa manera de pensar tiene más de idealista que de materialista, aun a pesar de que la izquierda se reclama de la órbita del materialismo.


Para que la izquierda pueda tener opción de gobernar aquí debe en primer lugar desesperezarse, mirar la realidad sin anteojeras prejuiciadas, ser honesta consigo misma y, rigurosamente autocrítica, porque si no termina pareciéndose demasiado a su antagonista, y haciendo bueno ese refrán conservador y tan del sentido común mayoritario de que, "más vale malo conocido que bueno por conocer”.

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