Pedro Fernández Arcila, el mejor alcalde para Santa Cruz de Tenerife



Santa Cruz está de enhorabuena. Muy pocas veces en la historia de las ciudades surge la oportunidad de poder elegir a la persona idónea para llevar el destino municipal. En todas las ciudades existen personas como Pedro y, en Santa Cruz, hay muchos como él, pero no suele darse la ocasión en que ese tipo de personas asuma el reto de bajar a la arena política para proponer gobernar la ciudad. Pedro ha demostrado, en sus cuatro años como concejal destacado de la oposición en el consistorio capitalino, ser una persona de un talante excepcional. Abierto, tolerante, comprensivo, preocupado por los vecinos y por el desarrollo de la urbe como nadie. Siempre dispuesto a escuchar, prioriza su trabajo de servicio a la ciudadanía, incluso por encima de su trabajo profesional, del que vive.

Su nombre ha querido ser manchado desde tramas económico políticas de infausto pasado y presente. Los interesados en el pelotazo del puerto de granadilla, paralizado mil veces por la acción jurídica de este excepcional letrado, han jurado una santa alianza para intentar destruirlo. Ridículo empeño. 

Por encima del galimatías de siglas nuevas, propias de estas fechas, y de las tradicionales de siempre, Pedro encabeza la única opción seria y con programa para gobernar la ciudad, desterrando las viejas prácticas clientelares y el capitalismo de amiguitos que prima en Santa Cruz. 

El conglomerado ATI/CC lleva dos décadas gobernando gracias a la herencia de Manolo Hermoso. Sus continuadores no han hecho otra cosa que perder el tiempo, entregados a causas especulativas, y abandonando las intervenciones en los distintos distritos y barrios de la ciudad. No tienen proyecto que ofrecer, y no seguirían ahí si no fuese por la red de favores que han tejido en la ciudad.

Pedro representa la opción de un cambio responsable y firme hacia una ciudad equilibrada en lo social, invirtiendo los dineros públicos en dónde las necesidades sociales lo demanden, y medioambientalmente, impulsando la instalación masiva de placas solares y una central hidroeléctrica en Los Campitos, que vaya preparando a Santa Cruz hacia la autosuficiencia energética. Por primera vez, en muchos años, los chicharreros tienen la posibilidad de elegir a un alcalde que sitúe a Santa Cruz como una ciudad modelo para el conjunto de ciudades de la Unión Europea. Una ciudad del siglo XXI, que apuesta por la transparencia y la profundización de la democracia en la gestión de los asuntos locales. 

Con el primer gobierno local de la era democracia en 1979, Santa Cruz entró con mucho retraso en el siglo XX. Se llevó a cabo una política integral de planes de barrios que implementó servicios comunitarios, agua y luz, así como asfaltado y plazas, en los lugares que vivían en el olvido desde siempre. Aquella experiencia de gobierno de todos (participaron todas las fuerzas políticas representadas entonces en el consistorio) sacó a la ciudad del atraso secular, y aunque dejó muchas cosas pendientes, logró acercarnos, aunque fuese de lejos, a la ciudad moderna. Se pudo haber hecho mucho más, pero eso ya no tiene remedio.

Ahora, de nuevo, como en aquel momento fundamente de los gobiernos democráticos locales, estamos ante la oportunidad de darnos el alcalde que de verdad merecemos. Un alcalde que lleve el nombre de Santa Cruz a todos los foros europeos e internacionales, como ejemplo de la ciudad del siglo XXI. Como Copenhague, Melbourne, Munich , y otro puñado de ciudades del mundo que impulsan de forma decidida el “transporte urbano, planificación y medida de emisiones de carbono, edificios energéticamente eficientes, calidad de aire, energías verdes, adaptación urbana, comunidades sostenibles, gestión de residuos, infraestructuras ecointeligentes y finanzas y desarrollo económico” (Cities Climate Leadership Group).


Lo tenemos al alcance de la mano y Pedro Fernandez Arcila es en estos momentos la única persona que está en condiciones de liderar este gran salto adelante.

¿Por quién votar? Un mapa



El proceso electoral que se abre estos días puede traer aparejado un cambio profundo de la correlación de fuerzas políticas en el Archipiélago. Tras la aprobación del estatuto de autonomía en 1983, y la consolidación del nuevo Estado en la transición,  el equilibrio de poder ha permanecido prácticamente igual desde entonces hasta ahora, aunque por medio algunos partidos cambiasen sus denominaciones originarias.

La crisis económica abierta en 2008 y la subsiguiente secuelas abrió brechas importantes en el modelo consensuado en 1978. Una nueva ciudadanía emergente, que entonces no había nacido o no había tenido edad para votar, quiere hoy reclamar un protagonismo histórico que el consenso hizo imposible.

En Canaria la anticipación de la crisis de modelo se dio desde principio de década del 2000. Aunque aún no había crisis económica ya se percibía la imposibilidad de continuar con un modelo que se denominó desarrollista, y que para entonces daba muestras de agotamiento. De ello surgió un notable y significado movimiento ecologista-conservacionista, particularmente en Tenerife, que a la postre dio el salto a la política bajo la denominación de Sí se puede. En los primeros años de existencia tal fuerza, que nacía con un arraigo en el territorio muy potente y, que en consecuencia, hablaba en términos muy canaristas, sentó las bases en determinados municipios para construir un movimiento democrático, asambleario, ecologista, con voluntad de impugnación del modelo económico, social, ambiental y político hasta entonces vigente en la Isla. Del arraigo de esta alternativa da buena por cuenta el crecimiento exponencial en muchos municipios insulares, y su crecimiento incesante de militancia, organización y capacidades.

Hoy Sí se puede se encuentra ofertando alternativa política en un buen puñado de municipios (el principal de todos es Santa Cruz), y es preciso respaldar con el voto de los sectores más conscientes y populares este esfuerzo de construcción de un movimiento asambleario y netamente canario. En algunos municipios, varios de ellos muy importantes, como La Laguna o el Puerto de la Cruz,  Sí se puede forma parte de los procesos de unidad popular con otros sectores tradicionalmente combativos de la Isla. A ellos es preciso respaldarlos para fortalecer la alternativa democrática.

En el plano cabildo y parlamento, la alternativa que se consolida con la participación de sectores populares procedentes de diversas tradiciones, se concreta hoy en la fórmula Podemos. Esta organización, emanada como efecto de la crisis económica y en parte del movimiento 15M, ha logrado reactivar un proceso de politización general en el conjunto del Estado, que abre nuevas perspectivas estratégicas de cambio. La primera apuesta que esta nueva fórmula llevó a cabo en el ámbito de las autonomías fue en las elecciones andaluzas recientemente celebradas. Su irrupción en aquella nacionalidad, con un 15% del apoyo electoral da esperanzas de cambio en otras nacionalidades como, por ejemplo, la nuestra. Por eso, en este breve mapa, en Cabildo y Parlamento, Podemos cierra el círculo de las alternativas electorales con voluntad de cambio y potencia para iniciarlo.


El torbellino de propuestas político electorales, siempre propio de los periodos en que se celebran elecciones, da muestras de cierta vitalidad del cuerpo social, aunque no deje de ser algo engañoso. La politización espontánea es un dato a tener en cuenta, pero sin olvidar también el factor oportunismo, o el del tradicional tonto útil. La política siempre alberga estas tensiones, y sólo el cuerpo electoral coloca a cada grupo en su verdadera dimensión. Cuando pasen las autonómicas habrá que ponerse manos a la obra para preparar las generales de noviembre. Son estas elecciones el escenario mayor, y para el que Podemos se formó. Un cambio en la correlación de fuerzas en el nivel autonómico, no se aprovecharía convenientemente, si tal cambio no se produje también en la arena estatal.

Santuario

El primer gobierno socialista en España (1982) tuvo que afrontar problemas muy complicados. Golpismo latente, estructura del estado plagada de franquistas, impulso del estado social a la vez que se comienza a diseñar el proceso de reconversión industrial, y con ello un cambio de la estructura económica global, negociación para la entrada en el MCE y bajo cuerda también para entrar en la OTAN, aunque el PSOE había hecho una campaña, bien es verdad que engañosa (OTAN, de entrada NO), en la que hacía guiños permanentes para sacar a España de la organización militar supranacional bajo control norteamericano. 

Nada de ello aparece en la brillante película del cineasta francés Olivier Masset-Depasse. Santuario centra su metraje en otro gran desafío de la época, el conflicto vasco, y en particular, en cómo el gobierno francés de Mitterrand abordó el problema de los refugiados vascos en Iparralde. De tal manera que la película nos muestra, como su director manifiesta: “Este momento de historia entre Francia y España de los años 80, entre Francia y ETA, entre Estados soberanos y terroristas independentistas, (que) nos sumerge de lleno en la cuestión identitaria y territorial”. La película no es un vulgar alegato sobre buenos y malo, y ni siquiera un relato que pretenda justificar las bondades del estado democrático frente a las acometidas de los grupos armados que actúan en su territorio (GAL), o que lo usan como refugió y retaguardia (ETA) para operar tras las fronteras pirenáicas (España).

La estructura central del film se centra en “el fin de la inocencia y el declive de los ideales”. La izquierda, que gobierna en Francia, se ha vuelto completamente pragmática. Se narra como el PS aceptó “la violencia de Estado. Su implicación en los actos de los barbouzes. Su virginidad perdida”. De ETA se relata como las nuevas generaciones de militantes, que toman el relevo en medio de la ofensiva de los GAL (1984), apuestan por endurecer su posición y aprovechan la detención de Txomin Iturbe Abasolo, hasta entonces el jefe indiscutido de ETA, para impulsar una nueva campaña más sangrienta, que incluye también el asesinato de los militantes propios (Yoyes) que no se avienen a su nueva estrategia.

No cuesta ver en Mitterrand al César Borgia en que se fijó Maquiavelo para escribir El Príncipe. El Presidente francés deja a un lado la ética y las ideas que mantuvo antes de ocupar el poder. Ahora lo principal es no perderlo. “Es necesario que un príncipe que desea mantenerse aprenda a poder no ser bueno, y a servirse o no servirse de esta facultad según que las circunstancias lo exijan”. Napoleón apostilló la cita del florentino escribiendo “Se dirá lo que se quiera; lo esencial es mantenerse y conservar el buen orden del Estado”. El presidente francés en 1984, pendulaba entre el tradicional derecho francés de protección y asilo a los refugiados políticos, o iniciar una política nueva de entrega de los refugiados vascos a la policía española, aun sabiendo que los aparatos del estado español seguían llenos de policías y militares procedentes de la dictadura. Pero a la vez, un nuevo aliado, al que él mismo ayudó a llegar al poder está ahora en la Moncloa. La duda de Mitterrand estaba en saber qué pensaría el electorado de izquierda en Francia si cruzaba el rubicón, e iniciaba una política de devolución de los refugiados vascos que se encontraban en suelo francés, con ese preciso estatuto. El Presidente se ve en la necesidad de calibrar los efectos de la operación.

Mitterrand deja hablar a sus ministros, quienes sostienen posiciones encontradas. Uno quiere que entregue a los vascos. El segundo no. Si inicia entonces un proceso de mediación francesa para lograr un acuerdo entre el gobierno de González y ETA. Por diversas circunstancias, algunas esbozadas y otras omitidas, que implican a los aparatos de estado de los dos lados del Pirineo, el intento francés fracasa. La solución intermedia que impulsó Mitterrand consistió en extraditar a los activistas de ETA hacia terceros países.


La razón de estado triunfó. El socialismo a comienzos de los ochenta abandonó sus últimas señas de identidad, anticipando de esa forma la caída del Muro de Berlín (1989), y con ello el final de las alternativas nacidas con la Modernidad.

Los jueces salvapatrias

Por lo general, la carrera judicial es un coto restringido para el poder de clase. No son muchos los miembros que llegan a las altas magistr...