El Líbano es un país del levante oriental que ha transitado por una historia compleja y turbulenta. Sus hijos se han visto obligados a la migración de manera persistente. Es un poco más grande que las Islas Canarias. Sólo tiene 10.000 km2. Su población interna asciende hoy a cinco millones y medio de habitantes. En la emigración viven, aproximadamente, entre diez y quince millones, sumando a los hijos de primera generación nacidos en el extranjero. La gran mayoría de estos migrantes viven en el continente americano, desde Canadá hasta Chile.
Estuvo ocupado por el imperio otomano desde el siglo XVI hasta 1918, cuando tras la caída de la Sublime Puerta al finalizar la I Guerra Mundial pasó a manos de Francia, configurándose como un mandato francés, igual que Siria. Los otros territorios otomanos de Oriente Medio se convirtieron en colonias británicas. En 1943 el Líbano accedió a la independencia y se constituyó como república. Los franceses marcaron su devenir creando una división confesional en la distribución del poder, por medio de la cual los cristianos, que entonces era la minoría mayoritaria, iban a ocupar la presidencia de la república, los sunitas se encargarían del cargo de primer ministro, y los chiitas presidirían el parlamento. Los códigos civiles de cada comunidad regularían su vida interna. Además de esas tres comunidades principales existen una cuantas más como los drusos, greco-ortodoxa, greco-católica melquita, armenia ortodoxa, armenia católica, sirio-ortodoxa, sirio-católica, asiria, caldea, copta ortodoxa, protestante y así hasta dieciocho.
Debido a no haber resuelto convenientemente el problema de la construcción del estado-nación, las interferencias confesionales han sido fuente de conflicto y desavenencias de manera recurrente. La nación ha estado cortocircuitada por las creencias religiosas, y si esta distribución alguna vez sirvió de algo, hace ya muchas décadas que se ha convertido en un problema estructural. El sistema político libanés ha funcionado siempre como una democracia confesional (concepto realmente contradictorio). A pesar de que la demografía ha cambiado y la población musulmana es hoy mayor que la cristiana, sigue imposibilitada de acceder a la presidencia de la república por mandato constitucional. El sistema ideado por los franceses premió a la comunidad cristiana como principal interlocutor para su influencia.
La guerra civil que tuvo lugar entre 1975 y 1990 fue el punto paroxístico al que llevó el invento de la democracia confesional. La guerra estuvo también inflamada por la presencia enorme de los palestinos desplazados por Israel, que aumentaron la población musulmana en cerca de medio millón de personas después del inicio de la Nakba palestina en 1948. La caldera explotó el 13 de abril de 1975 dejando un saldo de más de 120.000 muertos, un millón de desplazados y miles de lisiados. Los sirios y los israelíes participaron apoyando a bandos enfrentados. Israel finalmente ocupó todo el sur del país y cercó Beirut entre los meses de junio y agosto de 1982 bombardeando de manera masiva la capital. Los palestinos y la izquierda libanesa fueron derrotados. En septiembre se produjeron las matanzas de refugiados palestinos en los campos de Sabra y Chatila en el corazón de Beirut. Ariel Sharon, en aquel entonces ministro de defensa de Israel y, posteriormente, primer ministro, estuvo al mando del operativo.
De la derrota de la izquierda libanesa y palestina, que representaban respectivamente el Movimiento Nacional Libanés (MNL) y la Organización para la Liberación de Palestina, surgió una nueva forma de activismo antisionista y antiimperialista dominado por el confesionalismo religioso. De ahí surge Hezbolá en el Líbano y Hamas en Palestina. La izquierda nacionalista fue desplazada del centro del escenario por organizaciones confesionales. Al comienzo de ese cambio fundamental, a Israel no le preocupó que, en el sur del Líbano, zona controlada militarmente por ellos, se desarrollara ese tipo de organizaciones de nuevo cuñó, cuando no la alentó, para debilitar el frente árabe. Lo que no obsta para que finalmente el experimento se le volviese en contra, exactamente igual que le ocurrió a los EE.UU. con Al Qaeda.
Tras la finalización de la guerra civil el Líbano entró en una fase de reconstrucción de sus infraestructuras y ciudades, las cuales habían quedado seriamente dañadas tras quince años de guerra. Sin embargo, la situación económica no mejoró para la mayoría de la población, y la desestabilización política e intracomunitaria siguió operando, aunque en una escala más baja. Las políticas de austeridad exigidas por los capitales internacionales terminaron ahogando a la población y fueron contestadas en 2019 por un movimiento masivo de protesta intercomunitario.
Tras la pandemia y el reflujo, en parte, de este movimiento, se entra en un periodo de inestabilidad institucional grave. En los años sucesivos hay verdaderos problemas para la elección de los cargos de presidente de la república y de primer ministro, que paralizan el normal, aunque corrupto, funcionamiento de la vida institucional. Desde su nacimiento Hezbolá se convirtió en un organismo multifuncional (partido político, milicia, y operador social) con un gran poder dentro del país. Su brazo militar logró la expulsión total de Israel del sur del Líbano en el año 2000. Seis años después se produjo una nueva guerra de Israel contra el Líbano, pero sin ocupación. La nueva táctica israelí fue el bombardeo masivo con la aviación. La guerra terminó con la vida de 1.300 libaneses y de 165 militares israelíes, además de con centenares de miles de desplazados libaneses.
El genocidio israelí de estos días, que se está llevando a cabo en la parte Palestina de Gaza, tuvo como respuesta una calibrada presión ejercida por Hezbolá en la frontera norte de Israel, con el objetivo de aflojar la virulencia de las matanzas que Israel acomete sobre los palestinos. Netanyahu, en su huida hacia delante, lanzó un operativo masivo de bombardeo contra el Líbano que terminó con un sonado triunfo sobre la dirigencia de Hezbolá, pero no con su derrota. Ahora Israel lleva semanas intentando una incursión en el sur que le está costando un número significativo de bajas militares y un empantanamiento sobre el terreno.
La guerra de estos días es mucho más mortífera porque los avances tecnológicos experimentados por la industria militar han aumentado considerablemente el poder letal de la aviación. Este recurso es privativo de Israel que, además, cuenta con el apoyo decisivo de EE.UU. Gran Bretaña, Francia y Alemania. No obstante, la determinación de los combatientes libaneses y palestinos son un escollo de primera magnitud con el que debe enfrentarse Israel y sus ricos aliados occidentales y los de la zona, como Jordania y Egipto.
Cuando estos trágicos días terminen el Líbano deberá recomenzar una nueva reconstrucción de sus infraestructuras masivamente dañadas y destruidas. Los pueblos del sur, importantes zonas de Beirut, pueblos y ciudades del centro y el norte han sido gravemente devastadas. El sistema político libanés cuestionado mayoritariamente por la población, como quedó de manifiesto en 2019, tiene ahora una buena oportunidad para reinventarse dejando atrás de manera definitiva los condicionantes del colonialismo franco-occidental.
Sin embargo, no lo tendrá nada fácil porque el país está encadenado a toda la desestabilización de la zona. La guerra civil en Siria originó el desplazamiento de un millón y medio de refugiados hacia el Líbano, una cifra realmente impresionante para un país de cinco millones de habitantes, a los que hay que sumar medio millón de palestinos, que llevan décadas en campos de refugiados en ese país. (Lo que se llamó en Europa la crisis de los refugiados en la década pasada se movía en esa cifra, para una UE de 450 millones de habitantes, y trajo como consecuencia el ascenso de los partidos de extrema derecha en todo el continente).
Por otra parte, su vecino del sur es un estado gamberro, intervencionista y siempre dispuesto a desestabilizar. Israel tiene afanes expansionistas y no cierra su delimitación de fronteras a la espera de poder seguir conquistando tierras y creciendo. Junto con Marruecos es el único país del mundo que aún no tiene sus fronteras perimetradas. De manera recurrente Israel comete acciones de falsa bandera y ataques encubiertos dentro del Líbano, cuando no bombardeos o vuelos rasantes para atemorizar a las poblaciones del sur con total impunidad. No ahora con la guerra abierta, sino a lo largo de las décadas precedentes.
Los norteamericanos y los franceses se creen con derecho a intervenir y condicionar las políticas en el Líbano, y no respetan ni la voluntad ni la soberanía de los libaneses. Condicionan la formación de su gobierno y su economía, chantajeando para que se implementen sus políticas, y favoreciendo la permanencia de una clase política corrupta y desprestigiada, para influenciar más fácilmente en la toma de decisiones.
Cualquier país sometido a toda esa serie de condicionantes se vería en las mismas, o peores condiciones, en las que se ve el Líbano para poder sacar adelante un estado viable que dé respuestas a las demandas de su sufrida población.
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Post scriptum: No creo que la tregua anunciada entre Israel y el Líbano tenga mucho recorrido. Ojalá me equivoque.