![]() |
Foto: Redacción digital España Directo Televisión |
Los Acuerdos de Abraham auspiciados por Trump en 2020, entre Marruecos e Israel, han impulsado una creciente penetración de capital israelí en Marruecos. También el retorno de muchos judíos que se fueron de Marruecos en las décadas pasadas y que ahora vuelven como inversores inmobiliarios generando conflictos de intereses con los marroquíes.
Aquel acuerdo tuvo una importante dimensión geopolítica para toda la zona del Mediterráneo. Israel y Marruecos, que siempre han tenido una estrecha relación estratégica, ahora la han llevado a un nuevo nivel en el plano de la cooperación militar, las inversiones económicas y de producción cultural. El capital israelí desempeña una función de mando en todos ellos, y los marroquíes juegan un papel subalterno, que beneficia a sus élites, pero perjudica a las amplias mayorías. El asunto crea mucho malestar cuando ven el despliegue de sus soldados junto a los de Israel matando civiles en Gaza.
Marruecos apoya a Israel en su ambición de colonizar toda Palestina e Israel da absoluto respaldo a Marruecos para la colonización completa del Sáhara Occidental. Pero una vez más es Israel quien lleva ahí la voz cantante, porque son los que proveen al ejército de Marruecos de tecnología militar y de inteligencia (drones, defensa aérea, ciberseguridad, programas de espionaje) y Marruecos a cambio se abre a las inversiones israelíes y a proyectar los intereses de Israel en África. Este intercambio desigual, de hecho, convierte a Marruecos en una neocolonia de Israel, y ata con la dependencia de capitales y tecnologías al reino alauita al estado sionista.
Más allá de la seguridad, la penetración israelí en Marruecos abarca inversiones en turismo, agricultura intensiva, energías renovables y el sector inmobiliario. Israel participa en la explotación de fosfatos, cultivos de regadío y proyectos de energía renovable en los territorios ocupados del Sáhara, llevando a cabo una expropiación ilegal de esos recursos naturales.
En ciudades como Essaouira o Agadir se han anunciado proyectos turísticos de gran escala y en el propio Sáhara ocupado también. Las revueltas que han comenzado en Agadir en estos días tienen que ver con una política económica que deja al margen a los marroquíes, en favor de las prioridades dadas por el gobierno a los intereses del Majzén, de los capitales israelíes y de las monarquías del Golfo, aliadas históricas de la monarquía marroquí.
La vuelta masiva de judíos a Marruecos, muchos reclamando sus antiguas propiedades, representada como un gesto de reconciliación por Mohamed VI, es el colofón a un proceso de pérdida de soberanía creciente del reino en beneficio de capitales internaciones muy estrechamente vinculados con Israel y, por supuesto, con los EE.UU. que ejerce de patrón mayor en todo este asunto.
La apuesta de Rabat por este eje Tel Aviv–Washington–Golfo puede dar frutos a corto plazo, pero puede también ser fuente de inestabilidad interna, además de unir el futuro de la monarquía a la siempre problemática existencia del estado de Israel.