Cuando tu cuerpo es atrapado en una adicción con drogas como el fentanilo o la heroína quedas destruido de manera irremediable. Es posible salir de ello, pero tiene que haber un tesón, un compromiso y una determinación que muchas veces no es fácil conseguir.
Una vez que se ha inoculado esa sustancia tóxica en tu cuerpo, ya eres incapaz de pensar por ti mismo y te conviertes en un zombie que vaga por la historia.
El colonialismo no te deja pensar el mundo con claridad, sino que, como decía el psicólogo, Manuel Aleman, neblina tu mirada y atrofia tus razonamientos.
Los pueblos colonizados se desenvuelven como esos adictos por las calles de Filadelfia, doblados, parados, sin saber exactamente qué dirección tomar, si es que están todavía con fuerzas de tomar alguna dirección.
El colonialismo ha marcado nuestros modelos productivos, sin darnos ocasión para poder decidir si estamos conformes o no. Atropelló nuestra historia con los modelos de plantación y monocultivo hasta esta última historia de la implantación de una industria turística, completamente demoledora como ningún otro sector productivo demuele. El turismo destruye el mundo a una velocidad creciente. Y a nosotros, pueblo de larga estirpe colonial, nos tiene atrapado en una red de la que no podemos zafarnos.
El colonialismo opera en una doble vertiente, en la política que todos vemos, instauración de una sociedad colonial, y en la psicológica, construcción de una mentalidad de pueblo colonizado, más difícil de determinar y de reconocer.
Hay sociedades que se libraron del primero de ellos, pero que no han podido librarse del segundo, quizás solamente China sea la excepción que confirma la regla. En el resto, el neocolonialismo y la decolonialidad del poder siguen imperando con fuerza soberana.
Los canarios no nos hemos librado ni del primero ni del segundo. La autonomía política concedida en 1983 fue una oportunidad perdida para impulsar al menos la descolonización psicológica del pueblo, aunque se mantuviesen las estructuras de sujeción política al Estado colonial, pero nada de esto ocurrió. Los administradores del poder político en Canarias a pesar de gozar de una relativa amplia autonomía en algunos marcos, no han construido los fundamentos para descolonizar nuestras mentes, y el fracaso más palmario en este escenario es el del sistema curricular y educativo en las islas. La educación universal gratuita y obligatoria no ha servido para liberar nuestras mentes colonizadas, sino para alienarnos produciendo un conocimiento y una reproducción del conocimiento bien alejada de los intereses materiales históricos y presentes del pueblo isleño.
No hay evidencia más palmaria de esto que escuchar a jóvenes desorientados y maltratados por un capitalismo depredador, colocar sus esperanzas en las rancias fuerzas de la extrema derecha españolista. La desesperación de sus condiciones materiales y su alienación mental los lleva a fortalecer a su principal enemigo.
Este horripilante ciclo histórico si no nos conduce a una tercera y definitiva guerra mundial, visto los líderes del mundo que manejan el potencial indescriptible de destrucción, pasará, y el péndulo girará en otra dirección, pero los pueblos que no se hayan desalineado de su estructura psicológica colonizada, seguirán manejándose por la historia, como los adictos al fentanilo por las calles de deprimidas de sus ciudades